Page 44 - Biografía de un par de espectros: Una novela fantasma
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En efecto, soy un fantasma. Lo aclaro porque hasta ahora me doy cuenta de que
he envuelto mi origen con un misterio de tercera categoría. Pero estoy seguro de
que desde hace rato habrás adivinado lo que soy, cuál es mi raza.
Frases supuestamente oscuras como “En donde yo nací…” o “Mis congéneres
son famosos por aparecer casi en cualquier circunstancia” o “Entré a mi cuarto
sin molestarme en abrir la puerta” pretenden decir y no decir. Te menciono a
Solenti y no sé qué tantas cosas acerca de la vida antes de nacer y no obstante
me niego a desvelar abiertamente cuál es mi origen.
Las cosas por su nombre (aunque más adelante veremos que eso de los nombres
es muy relativo), yo soy un fantasma. Mis congéneres son evidentemente
fantasmas; además nací en una dimensión con leyes naturales muy diferentes de
las que existen en tu realidad.
Así como los humanos son primos de los perros o de los monos, nosotros los
fantasmas somos de la familia de los sueños, de las ilusiones, de los conceptos.
Sin embargo, por una desconocida razón, a los humanos y a los fantasmas nos
toca transitar por una extraña zona común.
¿Te acuerdas de las clases en las que te enseñaban los conjuntos, de los dos
círculos que convergen en una pequeña porción común? Pues en un sitio
parecido de la realidad se juntan los universos fantasma y humano. Por eso
podemos vernos y en cierto modo interactuar.
Ustedes son de estructura más sólida y se sirven de los pesos y las medidas para
explicarse a sí mismos, mientras que nuestra estirpe es más ligera, más del
espíritu. Con todo, nuestras dos razas interactúan más de lo que los humanos se
imaginan.
Por ejemplo, si tú vas a un diccionario para buscar la palabra ventisca
encontrarás una definición que dice “Borrasca de nieve”. Esa idea que se forma
en tu cabeza, esa “borrasca de nieve” que sólo tú puedes imaginar, se importa
directamente de nuestra región. Allá todo es brumoso e intangible (más o menos
como tu ventisca).
Te pongo otro ejemplo: camino por una calle de mi pueblo, pero sé que esa calle
también es mi papá. Entro a un café y hay muchos perros sentados en las mesas;