Page 56 - Biografía de un par de espectros: Una novela fantasma
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Antes de continuar con la reseña de nuestro segundo encuentro sería pertinente
hacer una declaración: líneas arriba Javier, el papá del niño, lo llamó Francisco,
y seguramente tú habrás dicho “¡Qué descuido, este fantasma es un biógrafo
incompetente!”, pero no se trató de un error. Lo que su cede es que en el
universo todos tenemos un nombre natural que casi nunca coincide con el que
nos ponen nuestros padres. Es un nombre que ya viene con nosotros desde
tiempos inmemoriales.
Tú, por ejemplo, habrás nacido con los ojos negros. Y eso es algo que no se
puede cambiar aunque la gente a tu alrededor, cada vez que te vea, exclame
emocionada “¡Qué hermosos son tus ojos verdes!”. Además tienes el pelo chino,
o lacio, o quebrado, o no tienes pelo; así es y punto. Lo mismo sucede con el
nombre: tienes un nombre cósmico y nada puede cambiarlo, aunque te digan
José, Ana o Zoubeir.
Te conozco poco (apenas llevamos cuarenta y un páginas juntos) pero puedo
asegurar, por la forma como lees estas líneas, por tus dudas, por las certezas, que
te llamas Arroyuelo Kidman y Kidman, eso es seguro (no te lo había dicho antes
porque no te tenía la confianza suficiente y por eso me dirigía a ti con el
pronombre tú).
Pues bien, así como tú te llamas Arroyuelo Kidman y Kidman y no como tus
padres creen que te llamas, Daniel se llama Daniel Cantemos una Canción, de
ninguna manera Francisco Isla y mucho menos “Paquín”, como le dice su
abuelita.
No es tan complicado, es lo mismo que pasa con los perros: en lengua inglesa se
les dice dogs, en francés chiens, en italiano cani. En cada idioma se los conoce
de diferente manera, y ellos tan contentos siguen tomando el sol o bebiendo agua
sucia de los charcos, sabiendo que en realidad su nombre es otro.
Como sería un lío empezar a llamar a las cosas por su nombre natural (ya
bastante tengo con traducir en ideas los complicados movimientos del bebé),
sólo a ti, mi querido Arroyuelo, y a Daniel Cantemos una Canción los llamaré
por su nombre universal (eso sí, me referiré a nuestro amigo sin agregar sus
horribles apellidos).