Page 87 - La venganza de la mano amarilla y otras historias pesadillescas
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No entendía. Bajé de la cama y estuve a punto de que las trampas atraparan los
               dedos gordos de mis pies. Solamente cuando amaneció y salí al jardín pude
               entender el sentido de aquella amenaza. Había llovido en la madrugada. Uno de

               los pollos de mamá estaba colgado de las patas, con el cuello quebrado. No tenía
               plumas en el pescuezo. Sentí asco y temor. Tomé una bolsa y lo envolví antes de
               que lo vieran. Después, por la ventana pequeña del baño, tiré la bolsa lo más
               lejos que pude hacia los techos de otras casas.


               Volví al cuarto. Las palabras de la ventana casi se habían esfumado. Quité las
               trampas. Me puse una playera. Al meter la cabeza me toqué el cuello. Creo que
               era demasiado ancho para que la mano del chino lo apretara como un pescuezo
               de pollo. No me gustaba la idea de morir, y mucho menos la de morir sacando la
               lengua. Fui a desayunar. Desayunar es un decir porque nada más me la pasé
               dándole vueltas al café con leche con una cuchara chica hasta que se enfrió.
               Tenía los ojos hundidos en la taza.


               —¿Reprobaste Educación Física? —preguntó mamá.


               —¡No, no! No he reprobado ninguna materia —me apresuré a responder.


               —Pues andas muy extraño desde hace días —dijo con esa intuición que
               solamente tienen las mamás.


               En ese momento se me ocurrió preguntar:

               —¿Ustedes no se encontraron unas monedas antiguas de plata?


               —¿Monedas? —contestó papá. Como de costumbre, Boris aguardaba a que le
               arrojara algún bocado.


               —¿De plata? —agregó mamá.


               —¿Antiguas? —dijo Chayo.


               —¿Quién tendría unas monedas de plata en esta casa? —precisó papá.


               Me miraron a los ojos. No pude guardar más el secreto.
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