Page 169 - Vernant, Jean-Pierre - El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos
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veces  en  la  alteridad  absoluta,  en  el  horror,  en  lo  mons­
      truoso.  En cuanto a las mujeres tebanas, irreprochables en
      su  comportamiento,  modelo  de  reserva  y modestia  en  su
      vida doméstica,  con Agave a la cabeza,  la reina madre que
      mata a su  hijo,  lo  despedaza y blande su cabeza como  un
      trofeo, de repente, adoptan la figura de la Gorgona Medu­
      sa: llevan la muerte en sus ojos. Penteo, por su parte, pere­
      ce de una manera espantosa, descuartizado como una bes­
       tia  salvaje,  él,  el civilizado,  el  griego  siempre  dueño  de  sí
       mismo, que ha cedido a la fascinación de lo que estimaba
       distinto y condenaba.  El horror se  proyecta en  la cara  de
       aquel que no ha sabido dejar su lugar al otro.
           Después  de  esos  acontecimientos,  Agave  se  exilia,  al
       igual que Cadmo, y Dioniso prosigue sus viajes por la su-
       perficie de la tierra,  asegurada su posición en el cielo.  Lle­
       gará a  tener un  culto  en Tebas,  ha conquistado la ciudad,
       no  para  expulsar  de  ella  a  los  restantes  dioses,  sino  para
       que en el centro de Tebas,  en el corazón  de la ciudad,  es­
       tén representados, gracias a su templo, sus fiestas y su cul­
       to,  lo  marginal,  lo  errante,  lo  extranjero  y  lo  anómico.
       Como si, en la medida en que un grupo humano se niega
       a  reconocer  al  otro,  a  dejarle  su  sitio,  acabe  por  volverse
       monstruosamente extraño.
           El regreso de  Dioniso a Tebas evoca el acuerdo con lo
       divino  que  se  había  establecido,  de  manera  ya  ambigua,
       en la ciudadela de la ciudad cuando los dioses dan a Cad­
       mo  la hija de Ares y Afrodita,  Harmonía.  Ello  representa­
       ba, si no la promesa, sí, por lo menos,  la posibilidad de un
       mundo  reconciliado  y,  también,  en  todo  momento,  la
       eventualidad  de  fracturas,  divisiones  y  matanzas.  No  es
       sólo  la  historia  de  Dioniso  lo  que  lo  demuestra,  existe
       también  la descendencia  de  Cadmo,  el  linaje de  los  Lab-
       dácidas,  para  demostrar  que  lo  mejor  y  lo  peor  pueden
       estar  mezclados.  En  la  leyenda  de  los  Labdácidas,  que


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