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Gran parte de la historia de la provincia de Córdoba fue escrita
por los Jesuitas que llegaron a la hoy ciudad capital en el año
1599. Su misión de fe y saber está presente en los muros de la
ciudad y, tierra adentro, en los de las estancias.
En la capital, todo comienza en la Manzana Jesuítica, el
corazón histórico de la ciudad: entre las campanadas de las
iglesias, se destacan imponentes las construcciones de la
Cripta Jesuítica del Antiguo Noviciado, el Colegio de las
Huérfanas, la Iglesia Compañía de Jesús, la Capilla Doméstica,
la Universidad Nacional de Córdoba y el Colegio Monserrat.
Tierra adentro se lucen las Estancias Jesuíticas, blancas
construcciones de estilo colonial que fueron testigo del
trabajo de la tierra, de la cría de ganado, de las tareas en
molinos y de la elaboración de vinos artesanales, aún vigente
en la región. Las estancias de Santa Catalina, Jesús María,
Colonia Caroya, Alta Gracia y La Candelaria se eslabonan en
una ruta histórica que es Patrimonio Cultural de la Humanidad
y lleva al viajero con dirección a un muy interesante pasado
vivo.