Page 49 - La Iridologia Ciencia o Espiritismo
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Lobsang Rampa en su libro El Tercer Ojo dice: “Al morir el día nació la
                  noche y  fui  a  la  pequeña  habitación  donde  tendría  que  quedarme.  De  fuera
                  llegó  el suave murmullo de las botas de fieltro contra el piso de piedra, y entraron
                  tres  lamas  de  alto  rango.  Me  pusieron  una  compresa  de  hierbas  en  la  cabeza  y  la
                  ataron fuertemente.
                          Más  tarde  regresaron  los  tres,  y  uno  de  ellos  era  el  lama  Mingyar
                  Dondup. Con todo cuidado me quitaron la compresa, y me lavaron y secaron
                  la frente. Un lama de aspecto muy fuerte se sentó detrás de mí y me sujetó la
                  cabeza  entre  las  rodillas.  El  segundo  lama  abrió  una  caja  y  sacó  un
                  instrumento de acero  muy brillante. Parecía un punzón, sólo que  en  vez de
                  tener  la  barra  redonda,  ésta  tenía  forma  de  U,  y  en  lugar  de  punta  había
                  dientecillos alrededor de la U. El lama  miró un rato el instrumento y después
                                                              •
                  lo pasó por la llama de una lámpara para esterilizarlo.
                          El  lama  Mingyar  Dondup  me  tomó  las  manos  y  dijo:  —Esto  es  muy
                  doloroso, Lobsang, y puede hacerse únicamente mientras estás consciente. No
                  tomará mucho tiempo, de modo que trata de mantenerte inmóvil.
                  Vi que preparaban otros instrumentos y una cantidad de lociones de hierbas, y
                  me dije:
                        —Bueno, Lobsang, muchachito mío, van a acabar contigo de un modo u
                  otro, y tú no puedes hacer nada... excepto quedarte quieto.
                       El lama que tenía el instrumento miró a los otros y dijo:
                        — ¿Todo listo? Comencemos ahora, el sol acaba de ponerse.
                         Hizo presión en el centro de la frente con el instrumento y giró el asa. Por
                  un momento tuve la sensación de que me pinchaban con espinas. Me pareció
                  que el tiempo se había detenido. No sentí mucho dolor cuando el instrumento
                  penetraba la piel y la carne, pero hubo un pequeño sacudón cuando llegó al
                  hueso. Aumentó la presión, moviendo suavemente el instrumento para que los
                  dientes penetraran el hueso frontal. El dolor no era agudo, sólo una presión y
                  un  dolor  sordo.  No  me  moví,  con  el  lama  Mingyar  Dondup  mirándome:
                  hubiera preferido morir antes que moverme o emitir el menor grito. Él tenía fe
                  en mí, como yo en él, y sabía que cuanto él dijera o hiciera estaba bien. Me
                  miraba fijamente, con  la boca tensa en  las comisuras. De pronto se  oyó un
                  chasquido  y  el  instrumento  penetró  en  el  hueso.  Instantáneamente  el  muy
                  alerta  cirujano  detuvo  el  movimiento.  Sostuvo  firmemente  el  asa  del
                  instrumento  mientras  el  lama  Mingyar  Dondup  le  entregaba  una  astilla  de
                  madera muy dura y muy limpia, que había sido tratada con hierbas y expuesta
                  al fuego para hacerla tan dura como el acero. Esta astilla fue insertada en la U
                  del instrumento y la deslizaron hasta que entró en el orificio de mi cabeza. El
                  lama que me  operaba se hizo a un lado para que también  el  lama  Mingyar
                  Dondup quedara frente a mí. Después, a un gesto de este último, el cirujano,
                  con  infinita  precaución,  deslizó  la  astilla  cada  vez  más  adentro.  De  pronto
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