Page 580 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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Después de pasar dos años en Fez, C. R. C. viajó a España en barco y llevó
consigo muchos tesoros, como plantas y animales exóticos, reunidos durante sus
andanzas. Tenía la esperanza de que los sabios de Europa recibieran con gratitud los
excepcionales tesoros intelectuales y materiales que llevaba para mostrarles, pero lo
único que consiguió fue que se burlaran de él, porque los llamados sabios temían
reconocer su ignorancia anterior, para no perder su prestigio. En este punto de la
narración, se hace una interpolación y se afirma que Paracelso, aunque no era
miembro de la Fraternidad de la Rosa Cruz, había leído el libro M y del estudio de su
contenido había obtenido información que lo había convertido en el médico más
destacado de la Europa medieval.
Cansado, aunque no desalentado, a pesar de lo infructuoso de sus esfuerzos,
C. R. C. regresó a Alemania, donde construyó una casa para poder continuar
tranquilamente con sus estudios y sus investigaciones. También fabricó una serie de
instrumentos científicos insólitos. Aunque si se hubiese preocupado por comercializar
sus conocimientos, podría haberse hecho famoso, prefería la compañía de Dios a la
estima de los seres humanos.
Al cabo de cinco años de retiro, decidió reanudar la lucha para reformar las artes y
las ciencias de su tiempo, pero con la colaboración de unos cuantos amigos de
confianza. Del claustro en el que recibió su primera formación llamó a tres hermanos,
a los que obligó bajo juramento a preservar inviolables los secretos que les impartiría
y a poner por escrito para la posteridad la información que les dictara. Entre los cuatro
formaron la Fraternidad de la Rosa Cruz; prepararon su lenguaje secreto en clave y,
según el Fama, un gran diccionario en el cual se clasificaban todas las formas de
sabiduría para glorificar a Dios. También se pusieron a trabajar para transcribir el libro
M, pero la tarea les resultó demasiado difícil, por la gran cantidad de enfermos que
acudían para que los curasen.
Tras concluir un edificio nuevo y más grande, al que llamaron la «Casa del
Espíritu Santo», decidieron incorporar a la Fraternidad cuatro miembros más, con lo
cual la cifra se elevó a ocho, de los cuales siete eran alemanes. Todos eran solteros.
Trabajando juntos con ahínco, no tardaron en completar la ardua tarea de preparar los
documentos, las instrucciones y los arcanos de la Orden. También arreglaron la casa
llamada «Sancti Spiritus».
Entonces decidieron separarse e ir a visitar los demás países de la tierra, no solo
para que otros que la merecieran pudiesen recibir su sabiduría, sino también para
poder contrarrestar y corregir los errores que hubiera en su propio sistema. Antes de
emprender cada cual su camino, los hermanos prepararon seis normas, o reglas, que

