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Secundino Zuazo, el arquitecto de La casa de las flores, para los trabajado- res de la EMT, junto a sus cocheras. A mediados de los años cincuenta, empe- zaron a vivir en estos 25 bloques, ali- neados en tres filas, trabajadores de diversas partes del país, ya fueran con- ductores, revisores o mecánicos, porque allí tenían su propio taller de reparación de autobuses. Ellos también disfruta- rían de equipamientos por encima de los estándares de la época y al igual que el resto de sus colonias hermanas vivirían su momento de esplendor en la década desarrollista de los sesenta.
Después, con la llegada de la Tran- sición, las prácticas paternalistas comenzaron a dejar paso al Estado de Bienestar y estos complejos fueron perdiendo su razón de ser: “El declive de las colonias industriales comienza en España en el momento en que los niveles de vida aumentan y se mejoran los servicios públicos (de salud, educa- ción, etcétera.)”, explica Maira Vidal.
Los trabajadores terminaron comprando las viviendas a la par que sus instalaciones privativas desaparecieron. En Ciudad Pegaso se aprobó un plan especial de pro- tección en 2007. El poblado San Cris- tóbal y el Parque Móvil, por su parte, aspiran a ser incluidos como conjunto histórico en el catálogo del Plan General de Ordenación Urbana, y a una declaración de BIC para el edificio industrial que impi- da su demolición y la construcción de nuevas viviendas en su lugar. Mientras tanto, los habitantes de las casas de los arcos blancos con- templan desde sus bloques las gigantescas torres de la Castellana, a la espera de que el proyecto Madrid Nuevo Norte elimine algu- nas de las barreras que hoy los man- tienen aislados. Todavía conservan en su iglesia una gran pila bautis- mal forjada con restos de un auto- bús de la EMT.
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