Page 20 - Cómo aprendimos a volar (II Edición)
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palabras, a no irnos a dormir con enojo y si por alguna razón eso pasaba, a no iniciar un nuevo día con resentimiento y sin hablar. Pero no nos comprometimos a no gritar.
Yo había aprendido a dar masajes, y le daba. Me convertí en su terapeuta. Me convertí en su compañera incondicio- nal y todas las noches le hacía masajes. Yo le masajeaba sobre todo cuando se ponía bravo, cuando tenía problemas. Le decía: “te alteraste,
échate que te voy
a dar un masajito”,
se sentía mal, no le
gustaba, pero acep-
taba. Cuando dejé
de dárselos, él los
extrañaba y me los
pedía. Yo nunca perdí
la fe de que un ser humano se puede sanar. Yo agradezco al universo de que yo tenía mucho afecto, sonrisas, abrazos, tenía una vida de protección y cuando estaba en mi cielo, no pasé vacíos materiales ni de cariño. Yo crecí con la convicción de que iba a ser feliz.
Yo le daba masaje para todo, si es que estaba bravo, si estaba borracho, si tenía problemas; sabía que los masajes tenían gran
poder. Yo había leído la historia de una mujer de un cielo todavía más lejano, mucho más lejano, que quería matar a su suegra y fue donde una curandera que le dio una pócima y le dijo que solo va a funcionar si luego de hacerle beber ella le diera un masaje cada día hasta que surta efecto. Y le dio tantos masajes que al final se hicieron amigas. Fue la nuera desesperada donde la curandera a rogarle que haga algo para que su suegra no muera y ella le dijo
que nunca le dio una pócima para que la suegra se muera y que lo único que hizo fue obligarle a que le de masajes para que sanen la relación. Esta historia me ins- piró y decidí ponerla
en práctica.
También me advirtieron
sobre el alcohol en este nuevo cielo. Y sí, él tomaba bastante, pero también teníamos compro- misos. Si él estaba borracho, no teníamos relaciones sexuales. Otra práctica que me funcionó es hacerle saber que él tenía la responsabilidad de cuidar su cuerpo. Que yo no iba a prohi- birle tomar ni que el hecho de que él tome me iba a cambiar de
“Cuando estaba en mi cielo, no pasé vacíos materiales ni de cariño. Yo crecí con la convicción de que iba a ser feliz”
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