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Rompiendo barreras





                                                               Tenía que emprender un largo viaje y que mejor
                                                               que emprenderlo con la persona que más ama-

                                                               ba, Adelbert. Cada día que pasaba me enamora-
                                                               ba más de él, un día juramos amarnos por siem-

        Por Mariana Martínez Esquivel                          pre. Pero eso no sería posible.
        “El  amor  no  entiende  razones”.  Sinceramente  Cuando llegamos lo único que faltaba era cruzar

        no, no las entiende, si las entendiera nunca hu-       esa gran barrera que separaba a las dos Alema-
        biera conocido a Adelbert. Todos recordamos los  nias,  lo  único  que  recuerdo  de  ese  día  es  que
        cuentos que nos leían de pequeños, mis favori-         estaba  lloviendo  muy  fuerte,  llegaron  muchos
        tos eran los de amor, aquellos que me contaba  camiones donde se llevaron a cientos de judíos;
        mi madre antes de dormir, los que tenían prince-       si, vi cómo se llevaban a Adelbert mientras me
        sas, príncipes que se enamoraban de por vida,  gritaba que regresaría por mí.
        todos encontramos al “amor de nuestra vida” en         No sé cómo ni cuándo pero cuando desperté me
        algún momento; sin embargo puede ser el amor           encontraba aquí, en un hospital en Alemania Oc-
        de nuestra vida pero no está destinados a estar        cidental con un telegrama en la mano en donde
        juntos.  La  mejor  parte  de  esos  cuentos  es  esa   estaba  escrito  el final  de  nuestra  historia,  tenía
        que en todos ellos si estaban destinados a estar       mucho  miedo  de  leer  lo  que  contenía  dentro,
        juntos y tener su ”final feliz”, con el tiempo te das   afuera decía “Entregar a la Srita. Adalia”

        cuenta  que  la  vida  no  es  tan  fácil  como  te  la
        cuentan y que no todos los finales tienen que ser      Ahí esta-
        felices.                                               ba  sola,
                                                               en     un
        Yo, como la mayoría de las niñas, siempre soñé         cuarto
        con  mi  final  de  “Y  vivieron  felices  para  siem-  frío,
        pre…”  pero  ese  deseo  no  se  me  concedió,  les    blanco,
        contaré todo desde un principio…                       done  el

        Me  llamo  Adalia,  tengo  una  enfermedad  muy  silencio
        grave, de la que en estos tiempos se sabe muy  era  inte-
        poco, ahora me la están tratando en un pequeño  rrumpido

        hospital en Alemania Occidente. Recuerdo cuan-         tan  solo
        do vivía en Polonia, estaba completamente ena-         por los fuertes latidos de mi corazón cuyo ritmo
        morada de Adelbert y él de mí, cuando me diag-         se  aceleraba  al  pensar  en  lo  que  diría  la  nota
        nosticaron esta enfermedad él fue quien más su-        dentro del sobre.
        frió.                                                  Lo miraba fijamente y tras mucho pensarlo, me
        Los  días  pasaron  y  yo  seguía  muy  enferma  y  armé de valor y abrí el sobre. Adentro un peque-
        empeorando,  los  doctores  decían  que  pronto  ño papel que decía:

        moriría si no me trataban pronto y como ya han         “Lamentamos  informarle  que  Adelbert ha muer-
        de  sospechar  solo  se  podía  tratar  en  Alemania   to”.
        Occidental.
                                                               Si, ese fue mi “final feliz”.

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