Page 22 - Historia de la civilización peruana contemplada en sus tres etapas clásicas de Tiahuanaco, Hattun Colla y el Cuzco, precedida de un ensayo de determinación de "la ley de translación" de las civilizaciones americanas
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            Es, éste que decimos, un canon histórico—filosófico que hemos
        de ver en acción en las repercusiones culturales de que nuestra
        América fué teatro en el proceso de los siglos.
             En Asia, el ritmo cultural provocado por la ley de transla-
        ción de qüe tratamos, desprendido de las orillas del Mar Ama-
        rillo en época inmemorial, acaso bajo la acción de los cataclismos
        que acompañaron la consolidación del sistema del Himalaya, se
        propagó tierras adentro, fecundando de primera intención el área
        de la futura China  y  del futuro Tibet.
             Hacia el Sudoeste,  el ritmo civilizador, manteniéndose asiá-
        tico, partido de ias inmediaciones de una penísula índica más ex-
        tendida hacia Oriente que la de hoy, se remontó, al cabo de una
        serie de tragedias telúricas, a que las antiguas teogonias dieron
        el nombre de diluvios, a la meseta del Himalaya, designada desde
        aquellas lejanas edades como cuna del género humano.
             De allí, salvando los desfiladeros de Turán  y de Afganistán,
        recorrió la Persia, la Asiria, el Egipto, el Asia  y  Europa, dejando
        a su paso los sedimentos de las civilizaciones más esplendorosas
        que el mundo ha conocido.
             El peán de éstas últimas, al repercutir al cabo de siglos en
        tierras de Italia, fué  el Renacimiento,  y  su poema marítimo  el
        descubrimiento de América—etapa suprema del Oriente hacia    el
         Occidente—llevada a cabo por un genovés, en cuyas venas es de
        suponer que corriesen gotas de sangre fenicia, ’pelásgica  y  sidonia.
             En buenas cuentas, el ritmo cultural que interesó al mundo
        indoeuropeo recorrió de Oriente a Occidente, en el sentido de la
         etérea translación del Sol, las tres cuartas partes de la redondez
        de la Tierra.
             ¿Por qué razón—cabe que nos preguntemos al contemplar la
         persistencia de una ley de índole general que se advierte debajo
        de los variados aspectos de semejante fenómeno—aquello que de
         una manera tan uniforme se manifestó en los antiguos continen-
         tes, había de perder de su eficacia, hasta convertirse en irrealidad,
         tratándose del moderno?...
             ¿Por qué razón lo que en Asia, Europa y  Africa fué orien-
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