Page 187 - Egipto Tomo 1
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MEMPHIS. LAS PIRAMIDES 173
de verba. Todo es amarillo, todo gris, todo negruzco, en todas partes lo mismo: nada
interrumpe esa monotonía.
Sólo aquí y acullá se distingue sobre la arena un punto blanco: es el esqueleto de
algún animal que allí cayó cediendo á la sed ó á la fatiga. Tranquilo, desolado, hostil
á cuanto tiene vida ábrese el desierto ante nuestros ojos. ¿Dónde termina? Dias, semanas,
meses serian menester al viajero para alcanzar el último límite, dado que lograra escapar
á la arena que todo lo sepulta. Si hay sitio alguno en que la muerte reine, es aquí. Aquí
contemplaban los egipcios todos los dias la desaparición del sol: tras el muro que forma
la montaña líbica, comenzaba un mundo distinto que, respecto del fértil país de Oriente,
era lo que el cadáver para el hombre que se agita en medio de la lucha y de los placeres
de la vida. No existe en el mundo cementerio más silencioso que este desierto: por esto
la soledad para guardar el secreto de la
se han erigido aquí tantas y tantas tumbas, y
muerte ha tendido su velo de arena sobre cadáveres y sepulcros. Aquí se experimenta
el terror de lo infinito: aquí donde empieza la eternidad á las puertas de lo que fué, no
parece sino que la obra del hombre se haya sustraído á la suerte común de todas las
participe de la duración eterna.
cosas terrestres y
«El tiempo se burla de todas las cosas; pero las pirámides se burlan del tiempo,» dice
un conocido proverbio árabe. Apartamos del desierto las miradas, y las dirigimos al círculo
de monumentos que se eleva en derredor de Cheops. Todos descansan sobre la dura peña,
de que está formada esta meseta invadida por las arenas. La elección del sitio obedeció
á un pensamiento profundo, que hicieron necesario consideraciones de un orden superior,
que jamás puede perder de vista un pueblo laborioso y culto como lo era el egipcio. Por
un lado era indispensable poner los cadáveres al abrigo de las aguas procedentes de la
inundación, y por otra precisaba no arrebatar á los vivos la parte más insignificante de
terreno cultivable. Semejante pensamiento se halla ya expresado en una inscripción griega
que Arriano, discípulo de Epicteto, mandó grabar sobre la grande Esfinge, la cual empieza:
«Los dioses levantaron en otro tiempo esas formas que á lo lejos se divisan
Respetando con gran prudencia los campos inmensos del trigo productores.»
,«T| verdad es que no se ha encontrado en todo el /salle del Nilo una sola tumba de
y
los tiempos antiguos á la cual hayan alcanzado las aguas de la inundación.
Dirigiendo ahora nuestras miradas hácia el Sudoeste, percibiremos cerca de nosotros
una pirámide cuvas dimensiones son poco menores que las de Cheop». Consérvase de
tal manera que su vértice tiene aun los materiales de que se la ie\istió, debiéndose su
construcción al rey Chefren que las inscripciones llaman Khafrá, el cual fué el segundo
sucesor de Cheops v á quien, según parece, se debe también la terminación de la colosal
esfinge que existe un poco más al Este. La tercera pirámide es mucho más pequeña;
sirvió de
pero en cambio se halla construida con materiales cuidadosamente elegidos, y
mausoleo á Mvkerinos (Men-ka-ra) de la misma dinastía que los precedentes. Las demás
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