Page 248 - Historia política y militar de Napoleón Bonaparte, puesta en su verdadero punto de vista
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                            1812. sobrevenir  á  un  ejército.  Una  nube  de  rorosas  calamidades  de  que  eran  vícti-  181
                                 cosacos  lo  cubria  durante  el  dia,  inco-  mas.  Para  no  perecer  de  hambre  arre-
                                 modándole   de  frente,  por  los  lados y   bataban  los  caballos  que  morian  de  re-
                                 por  la  espalda,  y  haciéndole  perder  los  I sultas  del  fuego  ó  del  cansancio,  cocían
                                  soldados  á  millares:  las  divisiones  cada  sus  carnes  con  la  leña  que  les  suminis-
                                  dia  mas  reducidas,  apenas  podian  guar-  I traban los  carros y las  cureñas  ,  y  medio
                                  dar  el  exorbitante  número  de  bagages y   crudas  se  las  comían.  Las  pieles  ensan-
                                  de  carros,  cayendo  muchos  en  poder  grentadas  de  los  animales  muertos  ser-
                                  del  enemigo.  Los  caballos,  fatigados  por  vían  á  muchos  para  cubrirse  y  resguar-
                                  el  continuo  movimiento  para  defenderse  darse  del  frío.
                                  de  los  cosacos,  caian  reventados  á  cen-  Para  colmo  de  la  desgracia  sobrevino
                                  tenares.  Los  soldados  de infantería,  obli-  en  la  noche  del  6  al  7  una  gran  ne-
                                  gados  á  hacer  fuego durante  el  dia,  sin  vada;  y  durante  tres  dias  se  experimen-
                                  tener  apenas  tiempo  para  comer,  pasa-  taron  en  aquel  ejército,  que  ya  no  era
                                  ban  la noche  en  campo  raso  en  una  con-  mas  que  bandadas  de  gente  desordena-
                                  tinua  alarma  sin  poder  pegar  el  ojo; y   da,  todos  los  horrores  imaginables.  El
                                  al  dia  siguiente apenas tenían  fuerzas pa-  oficial  no  hablaba  con  el  soldado  sino
                                  ra  llevar  el  fusil.  La  codicia  de  salvar el   para pedirle un pedazo de bizcocho,  obli-
                                  rico  botín  les  hizo  mirar  con  indiferen-  gado  por  la  dura  necesidad.  Muchos  se
                                  cia  en  los  primeros  dias  los  carros  que  hacian  saltar  de  un  tiro  la  tapa  de  los
                                  conducían  los  víveres;  y  la  hambre  fue  sesos  para  no  prolongar  las  agonías  de
                                  una  nueva  plaga que se añadió  á las bor-  su muerte.  La  muerte  los  perseguia  por
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