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grandes protagonistas son la libertad, la intui- ción, las sensaciones y la música.
Una de las anécdotas más sorprendentes que nos comparte el literato es que la decisión de convertir- se en escritor ‘le cayó del cielo’ mientras veía jugar al equipo de béisbol de su ciudad, los Tokyo Yakult Swallows, en el estadio de Jingu. En la primera entrada que alcanzaba la segunda base, Murakami tuvo una especie de revelación que atrapó por puro azar. Fue un pensamiento alejado de la realidad que estaba viviendo en aquel momento. Una ‘epifanía’ que le llevó a afirmar tajantemente: “Eso es. Quizá yo también pueda escribir una novela”.
Esa misma noche comenzó a escribir y eso estuvo haciendo durante los siguientes seis meses, mientras llevaba una ajetreada vida como barman en su propio negocio durante el día. Escucha la canción del viento fue una novela de extensión corta, con menos de 200 páginas, que aparentemente cumplía con el canon de novela japonesa. Por aquel momento, en la lectura de Murakami figuraban las novelas rusas y las nortea- mericanas, lo que le hacía desconocer completamente las normativas y funciones que debía cumplir y respe- tar una obra literaria japonesa. Al terminar de leerla, no provocó ninguna sensación en su corazón y com- prendió que no sabía transmitir en su propio lenguaje.
Superando una crisis de talento debida a esta fal- ta de emoción que suscitaba esta primera novela, se decantó por contraponer su método. Abandonó las técnicas literarias japonesas para escribir con plena libertad sobre el tema que deseara, en el registro que estuviera cómodo y basándose en sus propias normas. Asimismo, cambió la forma. Apartó el cua- derno y la pluma para dejar espacio a una máquina de escribir con la que, en un agradable y rítmico compás, empezó a componer el inicio de una nueva historia en lengua inglesa.
La sensación de escribir coincide con la de abrir una ventana y dejar que el aire fresco llegue y llene nuestra alma
Un escritor debe tener libertad para escoger su camino y las reglas, estilos y métodos que figuren en él
Sin ser su idioma natal y sin gozar de un gran dominio, escribía frases breves y simples. No podía expresar pensamientos complejos, así que sinte- tizaba sus reflexiones. Desaparecieron las ambi- güedades y se creó una atmósfera en la que podías sumergirte para analizar la profundidad de aquel sencillo estilo. No obstante, al igual que ocurre en el jazz, respetaba algunos espacios para dar rienda suelta a la improvisación.
Fue así como llegó a componer una melodía pro- pia. Descubrió un estilo característico, personal e identificativo y que sigue manteniendo hoy en día.
Para que el compás nunca cesara y no se perdiera el ritmo, Murakami se marcó como norma taxativa escribir diez páginas al día, independientemente de las circunstancias.
“La regularidad en un empeño a largo plazo es crucial”. Cuando se dispone a escribir una novela, se dedica plena y exclusivamente a ella. Aparta de su mente el resto de sus trabajos y se entrega en cuer- po y alma. Cuando termina la primera versión de
la obra, la deja reposar. Y después llega el momento de improvisar, donde se permite retocar, ampliar o cambiar ciertas partes. Tras acabar, vuelve a dejar en reposo la obra y comienza una segunda reescri- tura, donde se para a concretar descripciones y a simplificar las partes que requieren de una mayor explicación para lograr su entendimiento. Al ser una novela larga, “tener todo demasiado atornilla- do puede agobiar al lector”. Debe haber un equilibrio entre partes importantes e intensas y puntos de in- flexión relajados. Asimismo, pasa por varios filtros más antes de que escriba el último punto.
En abundantes ocasiones, se ha identificado la figura del escritor con la figura del artista. Personas que siguen sus impulsos y pueden pasarse días des- piertos dedicándose completamente a su obra. ¿Por qué entonces Murakami se impone cumplir con un
28 | VILLA McLUHAN | WGO? 2018 HARUKI MURAKAMI. DE QUÉ HABLO CUANDO HABLO DE ESCRIBIR






















































































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