Page 18 - Revista Jaguar
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LOS LIBROS DE CHILAM BALAM:



        CIENCIA DE LA ADIVINACIÓN MAYA





         Los libros  del Chilam Balam son un conjunto de manuscritos
         elaborados en los siglos 17 y 18 d.C. en la región de Yucatán. Eran
         volúmenes  que  para  los  mayas  podían  ser      como      una
         enciclopedia “Larousse” con   los avances   y   hechos   más
         fundamentales  de su población.  Aunque  sólo  se  conservan  8

         libros, se conoce que existieron un total de 18 libros, cada uno de
         ellos llamado como la ciudad donde fueron elaborados, como el
         libro de Chumayel. En algunos libros se narran hechos del siglo V
         d.C., e incluso alcanzan la llegada de los españoles a la región.
          La adivinación maya era toda una ciencia y los chilames, llamados
         así en honor a un famoso sacerdote prehispánico, se valían de sus
         grandes  conocimientos  de Astronomía y Astrología  para
         buscaren el cielo las respuestas del hombre. Las profecías de los
         sacerdotes eran fruto del   estudio   exhaustivo   de   los   astros,

         los   dioses   y   los   libros,   tal   y   como   se demuestra en los
         libros del Chilam Balam.


                                                    La literatura estaba al servicio de la religión, pues la relación con
                                                    la divinidad  fue para los mayas prehispánicos  el eje de la vida
                                                    comunitaria. Así, al igual que la ciencia y otras disciplinas, el arte
                                                    se concebía más como una expresión de lo sagrado que como
                                                    una forma de creación personal o colectiva. La escritura misma
                                                    era sagrada, y sólo la conocían unos cuantos hombres, por lo
                                                    general sacerdotes, a quienes les eran revelados los designios de
                                                    los dioses y las leyes divinas que mantenían el orden cósmico.


                                                    Así, los libros fueron objeto de veneración. En aquel entonces,
                                                    los textos sagrados se leían en los rituales y ceremonias litúrgicas
                                                    para que la comunidad fuera consciente  del sentido de su
                                                    existencia, tal como hoy sucede con los libros de otras religiones,
                                                    como la judía o la católica. Además, eran anónimos. A nadie se
                                                    le habría ocurrido firmar su obra, pues los autores no eran vistos
                                                    como tales, sino como meros transmisores de la voluntad divina
                                                    y de la herencia espiritual de su pueblo.
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