Page 304 - Fantasmas
P. 304

FANTASMAS



              —Contigo.
              —Y con  Robert.
              —Paciente  —repitió  Bobby.  Y durante  un  momento  se
        sintió incapaz de añadir nada más, porque  se había quedado sin
        aliento.                                    d         :
              De pronto  notó  que el maquillaje  le picaba y deseó  que,
        cuando  había  empezado  a presionarla,  Harriet  se  hubiera  ido
        sin contestarle,  o incluso  que le hubiera  pegado,  en  todo  caso
        que le hubiera contestado  cualquier otra cosa  que no  fuera «pa-
        ciencia».  Tragó saliva y añadió:
              —Eso  no  es  suficiente.  —Sabía  que ya no  podía parar,  que
        iba cuesta  abajo sin frenos,  y que  los ojos del coyote  estaban
        a punto  de salirse  de las órbitas—.  Quería conocer  a tu pareja
        y ponerme  enfermo  de celos, pero  simplemente  me  he puesto
        enfermo.  ¡Quería verte  con  alguien atractivo,  creativo,  brillante,
        un  novelista,  un  dramaturgo,  alguien con  sentido  del humor
        y una  polla de treinta  y cinco  centímetros!  ¡No con  un  made-
        rero  con  la cabeza  rapada para quien un  masaje erótico  incluye
        pomadas  medicinales!
              Harriet  se  enjugó las lágrimas  que rodaban por sus  meji-
        llas con  el dorso  de la mano.
              —Sabía que lo odiarías, pero no  pensé que fueras tan mez-
        quino.
              —No lo odio.  ¿Qué se puede odiar de él? No está hacien-
        do nada que no  haría cualquiera  en  su  lugar. Si yo fuera un  car-
        camal de metro  y medio daría saltos ante  la oportunidad de con-
        seguir una  chica como  tú. Desde  luego que  es  paciente,  más  le
        vale. Debería arrodillarse  todas las putas noches y lavarte los pies
        con  óleos  sacramentales,  en  agradecimiento  por hacerlo  feliz.
              —Tuviste  tu oportunidad.  —Ella trataba de no  romper  a
        llorar.  Los  músculos  de la cara  le temblaban  por el esfuerzo  y
        tenía  las facciones  distorsionadas  en  una  mueca.
              —No  se  trata  de mis oportunidades,  sino de las tuyas.




                                      302
   299   300   301   302   303   304   305   306   307   308   309