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"Quiere matar su cuerpo mientras su mente está en otra parte. Quiere expulsarlo
                para siempre... Bill, ¿dónde estás? Por el amor de Dios, ¿dónde estás?"
                   Desde algún lugar, como a través de distancias inconcebibles, oyó gritar a Bill...
                y las palabras, aunque sin sentido, eran claras como el cristal; estaban llenas de
                una horrible
                   ("la Tortuga ha muerto; era verdad, la Tortuga ha muerto")
                   desesperación.
                   Bev volvió a chillar y se cubrió los oídos con las manos, para no oír esa voz
                menguante. El aguijón de la araña se elevó. Richie corrió hacia "Eso" con una
                sonrisa de oreja a oreja y clamó, con su mejor voz de policía irlandés:
                   --¡Tranquila, chiquilla! ¿Qué diablos estás haciendo, eh? ¡Quédate quietecita si
                no quieres que te baje las bragas y te caliente el culo!
                   La araña dejó de reír. Richie sintió que, dentro de aquella cabeza, se elevaba un
                aullido de furia y dolor. "¡La he herido! -pensó, triunfante-. Además la he pillado por
                sorpresa. Creo que a bill se le escapó pero mientras "Eso" estaba distraída yo..."
                   En ese momento, los gritos en la cabeza de "Eso" parecían una colmena de
                abejas furiosas. Richie se vio arrancado de sí mismo y arrojado a la oscuridad,
                apenas consciente de que "Eso" estaba tratando de sacudírselo de encima. Y lo
                hacía bastante bien. Lo invadió el miedo, reemplazado de inmediato por una
                sensación de absurdo cósmico. Se acordó de Beverly con su yo-yo Duncan,
                enseñándole a utilizarlo. Y allí estaba Richie, el yo-yo humano, y la lengua de
                "Eso" era el cordel. Y ¿qué cosa había más absurda que ésa?
                   Richie rió. No estaba bien en aquella situación. "Eso" lo hizo reír otra vez.
                   La araña aulló sacudiéndolo furiosamente, bramando su furia por haber sido
                nuevamente tomada por sorpresa. "Eso" había creído que sólo la desafiaría el
                escritor. Y de pronto ese hombre, que reía como un niño enloquecido, acababa de
                atraparla cuando menos preparada estaba.
                   Richie sintió que se desasía.
                   --Un momento, señorita. O nos metemos juntos en esto o no le vendo ningún
                billete de lotería, joder, y le juro que todos tienen un premio grande.
                   Sintió dolor cuando "Eso" intentó defenderse. Vaya, eso sí que era divertido. Aun
                en la oscuridad, arrojado tras Bill, con sólo ese monstruo inimaginable
                conectándolo con su propio mundo, aun con el dolor de sus colmillos ponzoñosos
                invadiéndole la mente como una niebla roja, era muy divertido. "¡Mirad, amigos, y
                os convenceréis de que un disc-jockey puede volar!"
                   Estaba volando, sí.
                   Estaba en una oscuridad tan profunda como nunca había imaginado que
                pudiese haberla, viajando a la velocidad de la luz y sacudido como una rata entre
                las fauces de un doberman. Sintió que allá delante había un cadáver titánico. ¿La
                Tortuga a la que Bill había llorado con voz menguante? Sin duda. Era sólo el
                caparazón, una mole muerta. Quedó atrás y Richie siguió volando en la oscuridad.
                   "Quemando neumáticos, ahora sí", pensó y sintió otra vez esa gran necesidad
                de reír.
                   ""Bill, Bill, ¿me oyes"?"
                   --Se ha ido, está en los fuegos fatuos. ¡Suéltame! ¡"Suéltame"!
                   (¿"Richie"?)
                   Increíblemente lejos, increíblemente lejos en la negrura.
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