Page 149 - La sangre manda
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Lester Holt: «Chet, es espantoso. Horrible».
El cámara retrocede y vuelve a Ondowsky. «Sí, así es. Es una escena
espantosa. Lester, quiero ver si…».
Un helicóptero con una cruz roja y el rótulo HOSPITAL MERCY en el
costado aterriza en la calle. El cabello de Chet Ondowsky se arremolina a
causa de las corrientes de aire generadas por los rotores. Levantando la voz
para hacerse oír, dice: «¡Voy a ver si puedo hacer algo para ayudar! ¡Esto es
atroz, una tragedia atroz! ¡Devuelvo la conexión a Nueva York!».
Reaparece Lester Holt, visiblemente alterado. «Ve con cuidado, Chet.
Amigos, volvemos a la programación habitual, pero seguiremos informando
sobre este hecho en Última Hora de la NBC en su…».
Holly apaga el televisor con el mando a distancia. Ya no le apetece la
justicia ficticia, al menos por hoy. Sigue pensando en esa forma flácida en los
brazos del hombre del chaleco amarillo. Un pie descalzo, el otro calzado,
piensa. Como dice la canción infantil. ¿Verá las noticias esta noche? Supone
que sí. No querrá, pero será incapaz de contenerse. Necesitará saber cuál es el
número de víctimas. Y cuántas son niños.
Para su sorpresa, Pete le coge la mano. Por lo general, sigue sin gustarle
que la toquen, pero ahora mismo le complace sentir la mano de él sobre la
suya.
—Quiero que recuerdes una cosa —dice Pete.
Holly se vuelve hacia él. Está muy serio.
—Bill y tú impedisteis que ocurriera algo mucho peor que esto. Aquel
chiflado, Brady Hartsfield, el muy hijo de puta, podría haber matado a cientos
de chicos en el concierto de rock donde intentó poner la bomba. Quizá a
miles.
—Y Jerome —lo corrige ella en voz baja—. Jerome también estaba allí.
—Sí. Tú, Bill y Jerome. Los tres mosqueteros. Aquello pudisteis
impedirlo. Impedir esto otro… —Pete señala el televisor con el mentón—.
Eso era responsabilidad de otra persona.
3
A las siete Holly sigue en la oficina, revisando facturas que en realidad no
requieren su atención. Ha logrado resistirse a encender el televisor para ver a
Lester Holt a las seis y media, pero no quiere irse a casa todavía. Esta mañana
esperaba con ilusión una agradable cena vegetariana de Mr. Chow, de la que
habría disfrutado mientras veía Un maravilloso veneno, un thriller de 1968
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