Page 166 - En nombre del amor
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NICHOLAS SPARKS En Nombre del Amor
temprano, para poder soltarlos del collar y dejar que corretearan libremente? Eran unas mañanas tan... plácidas, y me encantaba verte reír mientras perseguías a Molly en círculos, intentando darle una palmadita en el trasero. Molly se ponía loca cuando lo conseguías y se quedaba mirándote con ojos traviesos y la lengua colgando, esperando a que reaccionaras y empezaras a perseguirla de nuevo.
Hizo una pausa, y se quedó sorprendido al ver que la paloma había vuelto. Decidió que a lo mejor le gustaba escuchar su voz.
—Por eso deduje que serías una madre fantástica. Por cómo te comportabas con Molly. Incluso aquella primera vez, cuando nos conocimos... —Sacudió la cabeza, y los recuerdos fluyeron nuevamente en su mente—. Lo creas o no, siempre me ha gustado que te presentaras hecha una furia en mi casa aquella noche, y no sólo porque acabamos casándonos. Eras como una mamá osa protegiendo a su cría. Es imposible que alguien se enfade tanto, a menos que sea capaz de amar profundamente, y después de ver cómo te comportabas con Molly (con tanto amor y atención, con tanta preocupación, teniendo en cuenta que no hay nadie en el mundo capaz de jugar y pasarlo tan bien con ella), supe que serías exactamente igual con los niños.
Travis deslizó un dedo por su brazo.
—¿Sabes lo mucho que eso ha significado para mí? ¿Saber cuánto has querido a nuestras hijas? No tienes ni idea de qué tranquilidad me ha dado a lo largo de los años.
Él se inclinó hacia su oreja.
—Te quiero, Gabby, más de lo que nunca llegarás a saber. Eres todo lo que he querido en una esposa. Eres cada esperanza y cada sueño que he tenido, y me has hecho más feliz de lo que cualquier hombre podría llegar a ser. No quiero perder todo eso. ¿Lo comprendes?
Esperó a recibir una respuesta, pero no la obtuvo. Nunca llegaba, como si Dios le estuviera diciendo que el amor que sentía por ella no fuera suficiente. Sin apartar los ojos de Gabby, súbitamente se sintió viejo y cansado. Le alisó la sábana, sintiéndose solo y alejado, consciente de que era un marido que había fracasado a la hora de amar a su esposa.
—Por favor —susurró—. Tienes que despertarte, amor mío. Por favor. Se nos acaba el tiempo.
—Hola —lo saludó Stephanie.
Su hermana, ataviada con unos pantalones vaqueros y una ¡camiseta informal, no se parecía en absoluto a la ejecutiva triunfadora en la que se había convertido. Vivía en Chapel Hill, y se encargaba de gestionar proyectos de gran envergadura en una firma de biotecnología que estaba en rápida expansión, pero en los últimos tres meses se había pasado tres o cuatro días a la semana en Beaufort. Desde el accidente, era la única persona con la que Travis podía realmente hablar. Ella era la única que conocía sus secretos.
—Hola —la saludó Travis.
Stephanie atravesó la habitación y se inclinó por encima de la cama.
—Hola, Gabby —dijo, al tiempo que la besaba en la mejilla—. ¿Cómo estás?
A Travis le gustaba el modo en que su hermana trataba a Gabby. A excepción de Travis, ella era la única que siempre parecía cómoda en presencia de su mujer.
Stephanie cogió otra silla y la colocó justo al lado de la de Travis.
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