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GASTRONOMÍA
La gastronomía consolidada de aquel país se fusionó con sabores europeos y españoles, lo que
dio por resultado una alimentación mestiza.
Debido a la lucha armada, muchos comían lo que encontraban a su paso. Se sufría de una
escasez terrible de alimentos y evidentemente turbulencias en la vida diaria.
Sin embargo, podemos partir de tres ejes: la cocina de los palacios, conventual y popular.
La primera, gozaba de distintos ingredientes culinarios. Los gustos predominantes eran europeos
y la abundancia su distintivo.
Mientras que los lugares religiosos se permitían experimentar con olores, texturas y elementos.
Entre tanto, los extractos sociales bajos, divididos por castas, sufrían de hambruna y
analfabetismo.
El maíz (tortillas), frijol y chile eran su base. Pero también trataban en la medida de lo posible
incorporar nopales, calabazas y frutas, entre otros.
De chile, mole y pozole
La variedad de platillos fue sumamente rica.
La diversidad en cuanto a chiles los hacía protagonista de la alimentación para todas las casas,
además de ser parte fundamental de la identidad nacional.
Sin embargo, el chocolate fue el ingrediente estrella, ya sea con agua, leche o solo. Lo
consumían indígenas y españoles por igual.
Las tortillas, tamales, tlacoyos, mole y pozole, ya eran parte del día a día y con la llegada de los
españoles se añadieron nuevos sabores.
Poco a poco los cereales, especias y res comenzaron a tomar un lugar importante.
Entre los platillos que fueron resultado del choque de culturas están las rajas de chile poblano
con crema y queso, sopa de fideos seco con chile pasilla y los chiles rellenos.
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