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120   JACQUES VALLEE      PASAPORTE  A  MAGONIA                121


 de  mí,  que  decía:  «Aquí  está.  Ya  la  tenemos.»  Como  si  hablase  el  rostro  con  agua  muy  fría.  También  tenía  las  manos  deso-
 con  alguien  más,  algún  cómplice  que  se  había  quedado  en  la  lladas.
 espesura:  esta  voz,  como  la  risa,  sonaba  muy  próxima,  aunque  Después  de  tomarme  un  buen  descanso  reanudé  mi  camino
 amortiguada  por  algún  obstáculo,  y  era  breve,  áspera  y  seca.  hacia...  donde  hice  algunas  compras,  sin  decir  nada  a  nadie,  y
 Yo  me  ahogaba  y  sentía  que  me  iba  a  morir;  pensé  en  mi  volví  a  casa  trabajosamente,  siguiendo  otro  camino.
 familia,  que  esperaba  mi  regreso  en  casa,  y  toda  mi  vida  pasó  Después  de  contar  a  mis  padres  y  a  mi  hermano  lo  que  me
 ante mis ojos en unos segundos. Mi agresor me arrastró entre los   había  sucedido,  ellos  decidieron  dar  parte  a  la  gendarmería.  Los
 matorrales  hasta  que  llegamos  a  un  pequeño  prado, y  de  pronto  gendarmes  vinieron y  me  entrevistaron  largamente;  me  examina-
 se  detuvo.  ¿Por  qué?  Sus  manos  habían  ido  bajando  gradual-  ron y  observaron las  huellas  de  grandes  dedos  en mi  cara.  Tenía
 mente  por  mi  cara;  yo  traté  de  pedir  socorro  pero  no  me  que-  aún  el  cuello  hinchado  y  sentía  dolores  en  algunos  sitios.  Lle-
 daba  voz  y  sólo  pude  emitir  un  grito  débil  y  agudo.  Al  cabo  garon  a  la  conclusión  de  que  se  trataba  de  un  intento  de  rapto,
 de  unos  instantes  pude  sentarme  entre  las  zarzas.  Me  costaba  aunque  me  dijeron  que  todo  les  parecía  muy  extraño  y  miste-
 mucho  respirar.  Aún  tenía  la  bolsa  en  la  mano,  con  el  dinero  rioso.  Me  llevaron  al  lugar  del  suceso  para  una  reconstrucción
                                                               apa-
 que  contenía.  Finalmente,  a  pesar  de  mi  debilidad,  conseguí  de  los hechos.  Observaron  que  en algunos  sitios  los zarzales aplas-
                                          en otros,
                                                   sólo estaban
           recían ennegrecidos y chamuscados;
 levantarme,  y  entonces  oí  un  ruido  a  mi  izquierda,  dentro  de
                                                          mostraban
                                                  también
 la  espesura.  Pensé  que  eran  mis  agresores  y  que  por  fin  podría  tados  y de tendidos  en  el  suelo.  Las  acacias cercas  del prado,  que
                                            Las
                     quemaduras y ramas rotas.
           huellas
 verles la cara, pero no vi nada. Solamente las ramas se movieron,   eran  de  madera y alambradas,  también habían  sufrido  daños.  Al-
 agitándose  en  el  aire;  vi  y  oí  cómo  los  zarzales  rascaban  el  es-  gunos  postes  estaban  quemados  y  otros  arrancados;  el  alambre
 pacio  vacío  y  cómo  la  hierba  se  hundía  bajo  los  pasos  de  un  espinoso  había  sido  retorcido  y  roto.
 ser  invisible.  Estaba  aterrorizada.  Poco  a  poco,  caminando  con
 dificultad,  conseguí  regresar  al  sendero.  Las  piernas,  laceradas
 por  las  zarzas,  me  sangraban;  experimentaba  una  extraña  sen-  El  día  anterior  (19  de  mayo),  al  anochecer,  la  testigo  de  este
 sación  de  agotamiento  nervioso,  indefinible,  como  si hubiese  sido  caso  observó  «una  especie  de  estrella  fugaz»  que  se  detuvo  brus-
 electrocutada  por  una  fuerte  corriente.  Tenía  en  la  boca  un  camente,  después  pareció  subir  y  quedarse  un  momento  entre  las
 sabor  desagradable,  metálico  y  amargo;  los  músculos  no  me  demás  estrellas,  haciéndose  luego  mayor  y  adoptando  una  especie
 obedecían.  Me  parecía  llevar  una  barra  sobre  los  hombros,  y  de  movimiento  basculante,  mientras  su  luz  se  encendía  y  se  apa-
 sentía  un  calor  doloroso  en  la  espalda,  como  si  la  hubiese  te-  gaba alternativamente.  De pronto, partió  siguiendo una trayectoria
 nido  expuesta  a  las  llamas  o  a  un  rayo  abrasador.  A  veces  curva, y, a  elevadísima velocidad, alcanzó el horizonte.  Ella no  vol-
 sentía  como  si  me  cepillase  un  cepillo  invisible.  Debí  de  cami-  vió  a acordarse más  de este incidente .  La encuesta oficial no  llegó
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 nar  en  este  estado  durante  cinco  o  seis  minutos.  Al  final  del  a  ningún  resultado  y  no  se  prosiguió.  El  caso,  que  fue  archivado,
 sendero  éste  describía un  recodo, y  desde allí ya pude ver casas;
 entonces,  los  dolores  cesaron  un  poco.  se  considera  aún  como  un  intento  de  rapto  cuyos  autores  queda-
 El  incidente  había  durado  un  cuarto  de  hora  o  veinte  mi-  ron  impunes.
 nutos,  y  me  pareció  que  había  estado  viviendo  en  un  mundo  ¿Qué  podemos  decir  respecto  a  tales  informes?  No  son  ni
 irreal.  De pronto  oí un  gran  ruido,  como  el  causado  por  un  ven-  más  ni  menos  dignos  de  crédito  que  otras  observaciones  de  OV-
 daval  durante  una  tempestad,  un  súbito  desplazamiento  de  aire  NIS;  están  en  la  línea  de  algunos  de  los  más  dramáticos  relatos
 caliente  o  un  violento  torbellino.  Los  árboles  se  inclinaron  como  de  tiempos  antiguos,  que  fueron  la  inspiración  de  los  cuentos  de
 bajo  los  efectos  de  una  súbita  tempestad,  y  el  viento  casi  me  hadas:  también  están  en  la  línea,  como  veremos,  de  las  visiones
 derribó.  Casi  simultáneamente  percibí  una  luz  blanca,  fortísima  de  la  nave  aérea  vista  en  1897  y  de  los  incidentes  que  la  sucedie-
 y  cegadora.  Tuve  la  sensación  de  que  algo  volaba  por  el  aire  a  ron.  Pero  aún  es  demasiado pronto para  teorizar.  De  momento, es
 gran  velocidad,  pero  no  vi  nada.  Pronto  renació  la  calma.  Me  preferible  estudiar  los  documentos,  aunque  debo  confesar  que  yo
 sentía mal y con náuseas.  Llegué a la casa del guarda... y cuando   considero  algunos  de  estos  casos  sin  valor  (aunque  su  documen-
 abrí  la  puerta  todos  vinieron  a  mi  encuentro  y  me  preguntaron  tación  no  sea  inferior  a  la  de  los  casos  más  dignos  de  crédito  que
 qué  había  pasado,  porque  ellos  también  habían  visto  una  luz  se  ofrecen  a  nuestro  estudio).  Tomemos  otro  caso  de  rapto ,  su-
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 desde su casa. La mujer del guarda me preguntó qué tenía.  Cuan-
 do  por  último  pude  hablar,  ellos  me  dijeron  que  aún  tenía  pro-  cedido nada  menos  que  el  21  de  agosto  de  1915:
 fundamente  marcados  los  dedos  en  mi  cara,  donde  formaban
 anchas  barras  rojas.  Me  aplicaron  agua  oxigenada  a  los  ras-  Gallípoli,  28  de  agosto  de  1915.
 guños  de  las  piernas,  y  después  un  ungüento,  y  me  refrescaron  Lo  que  sigue  es  el  relato  de  un  extraño  incidente  sucedido...
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