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                                    39www.i-am-magazine.comMe resulta curioso recordar que mis padreseran profesores de escuela y colegio. En miinfancia los observaba preparar sus clases condedicaci%u00f3n. Recuerdo a mi padre dise%u00f1andolecciones de geograf%u00eda, registrando notas enuna libreta color vino donde las calificacionesbajas se anotaban con tinta roja. Siempre sab%u00edatodas las capitales de los pa%u00edses, los nombresde los r%u00edos, las monta%u00f1as. Yo imaginaba queconoc%u00eda el mundo entero, pero lo hac%u00eda desdesu escritorio, a trav%u00e9s de un gran globoterr%u00e1queo que reposaba en su estudio, girandolentamente bajo la luz de la l%u00e1mpara.Por otro lado, mi madre sol%u00eda llevarme a suescuela. Llegaba luciendo sus vestidos ytacones coloridos, con estampados que leencantaban. Pero al llegar al aula, se pon%u00eda sumandil blanco, como una doctora, aunque enlugar de bistur%u00ed llevaba una tiza blanca en sumano, y estaba rodeada de ni%u00f1as inquietas y%u00e1vidas de aprendizaje. Tomaba la tiza confirmeza y comenzaba a escribir sobre unpizarr%u00f3n verde que luc%u00eda impecable, con unaletra manuscrita que parec%u00eda impresa.Ahora que lo pienso, ellos fueron misreferentes. Aunque el destino me llev%u00f3 a lasaulas universitarias, la base de mi pasi%u00f3n est%u00e1en lo que vi en ellos, en c%u00f3mo me formaron, enc%u00f3mo me ense%u00f1aron. Tal vez no lo entend%u00edentonces, pero hoy reconozco que sembraronen m%u00ed el amor por el conocimiento, el respetopor la ense%u00f1anza y el ejemplo de lo que significaentregarse con convicci%u00f3n a una vocaci%u00f3n.Escribo estas letras en el marco del D%u00eda delMaestro que celebramos cada 13 de abril enEcuador, y es una oportunidad para rendirhomenaje a quienes decidieron dedicar su vidaa encender la chispa del conocimiento en otraspersonas. A veces no somos conscientes delimpacto que una palabra de aliento, unaobservaci%u00f3n justa o una pregunta bienformulada pueden tener en la vida de unestudiante. Y con los a%u00f1os, te das cuenta deque eso es lo que verdaderamente transforma:no solo lo que ense%u00f1as, sino c%u00f3mo lo haces ydesde d%u00f3nde lo haces.Hoy puedo decir con certeza que ser docenteme ha hecho mejor persona. Me ha obligado aser m%u00e1s paciente, m%u00e1s emp%u00e1tica, m%u00e1s abierta alcambio. Me ha ense%u00f1ado a desaprender, aescuchar, a adaptar mis m%u00e9todos y mis ideas.Me ha ense%u00f1ado a mirar a cada estudiantecomo un universo %u00fanico, lleno de potencial ysue%u00f1os. El aula es un laboratorio dehumanidad, y t%u00fa como maestra, eres muchasveces gu%u00eda, testigo, sost%u00e9n y faro.Ellos, los estudiantes, me han dado grandeslecciones. Recuerdo con gracia una ocasi%u00f3n enque una estudiante me dijo que le parec%u00eda unagran docente, pero que deb%u00eda ampliar misejemplos, pues siempre usaba mi vida personalcomo referencia. Entonces le dije que esa erami forma de ense%u00f1ar: compartir desde lo vivido.Mis errores y aciertos est%u00e1n ah%u00ed para sernarrados, analizados, discutidos. %u00bfPara qu%u00e9guardarme %u201csecretos%u201d si pueden ser %u00fatiles paraotros? Mi experiencia en comunicaci%u00f3n, que esmi %u00e1rea de formaci%u00f3n, cobra verdadero sentidocuando se transforma en herramientas para misalumnos.Nada de lo aprendido tiene valor si no secomparte.
                                
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