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152 La trágica noche de Santacruz
antes de tomar posesión. ”Todos mueren por algo o por nada”, pensó
“Eu”. “Tal vez yo también muera en un mitin como en mi sueño, moriré
como Juan Carlos Galán o Luis Donaldo Colosio, la vida política resulta
hoy ya muy peligrosa, te matan por izquierdista o derechista, todo vale,
en todas las muertes que recordó aparece la figura de una conspiración,
la confabulación, la maldad, la angurria de poder. Podría renunciar, pero
quedaría como un vulgar traidor y cobarde, además “el hombre es el
arquitecto de su propio destino”.
No podía retroceder.
Euclides sabe a qué huele la muerte, lo sintió cuando intentaron asesi-
narlo en la avenida Guapilo. La madre de Euclides, Celedonia Piérola,
al enterarse de la noticia del segundo atentado cayó muerta, Anastasio
Santacruz y Giácomo Benvenuti decidieron trasladarse a la capital cru-
ceña como guardaespaldas del candidato de Arenal, aunque ya era de-
masiado tarde. Anastasio Santacruz organizó un mitin político antes de
marcharse de su pueblo, en la pequeña plaza dijo un encendido dis-
curso: “Queridos amigos, voy a la capital como principal guardaespal-
das de mi hijo Euclides, ustedes ya saben que quieren eliminarlo de su
brillante carrera presidencial. Vamos a luchar, queremos que un hombre
de este pueblo sea primer mandatario de la nación. Soñamos que él
arribe a nuestro pueblo luciendo los atuendos que usan los presidentes,
si fallamos regresaremos con las manos vacías, derrotados, ya sin ganas
de seguir adelante. Pero no seamos pesimistas, derrotistas, Euclides ya
se preparó para enfrentar las adversidades de la vida, por lo tanto, esta-
remos a su lado y evitaremos una desgracia. Ya es hora que un hombre
de estos lares gobierne a todo el país, será un orgullo para mí ver a mi
hijo gobernando como Dios manda y ordena. Ustedes me conocen, soy
fiel a mi pensamiento: hay que luchar para vivir, no está muerto quien
pelea, Giácomo y yo lucharemos como hombres y protegeremos a mi
hijo”, y los aplausos no se hicieron esperar, mientras tanto, la muerte
debió reírse oculta en la selva chiquitana.