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La trágica noche de Santacruz                           209



            con más de 1.000 kilos de cocaína pura en la ruta al norte cruceño,
            los propietarios del cargamento se negaron a entregar la droga. Ahí
            mismo los mataron y la noticia se conoció en todo el país. Esa ac-
            ción tuvo graves repercusiones, pues en los mandos policiales se
            acusaban del crimen.
            En una de sus última fechorías, Amor Jurado, Buendía y Guerrero
            Paz ingresaron a un domicilio donde les dijeron que había un car-
            gamento de cocaína pura. Se trataba de un vulgar “volteo”. Fue
            una trampa, ellos cayeron en su misma trampa. Al verse descu-
            biertos huyeron del lugar, pero en su fatigosa huida Nicolacito fue
            reconocido como el gerente de Facinerosos&Facinerosos. Los tres
            secuaces huyeron, pero ya habían sido descubiertos por sus cana-
            lladas. Estuvieron sin salir a la calle de su mugrosa habitación va-
            rios meses. Cuando cayeron en desgracia los tres estafadores
            anduvieron de desventura y adversidad.

            Utilizaban gafas oscuras, gorras y camisas de jóvenes para ocultar
            su verdadera identidad. Los tres sinvergüenzas andaban buscando
            jaranas donde el trago y la comida sea gratis, acudían a las fiestas de
            la Candelaria, de San Marcos, de Trinidad, de San Roque. Las ver-
            benas populares eran su plato fuerte, chismeando y chismeando lle-
            gaban a enterarse dónde había una verbena con trago gratis. Los tres
            llegaban juntos porque las “desgracias nunca andan solas” y se que-
            daban hasta el final, les decían “ya llegaron los “raspa buris”, fue un
            apodo que les cayó como anillo al dedo, ya que se tomaban hasta el
            conchito de los tragos de las jarras que el dueño de la fiesta les invi-
            taba con mucha humildad. Y a veces “no se iban ni botau” de los
            buris en varios barrios cruceños alejados.

            En la capital oriental, los tres vagos y mal entretenidos eran cono-
            cidos como vividores y aprovechadores de las circunstancias, ellos
            sabían dónde había un buri, una farra, etc. Se jactaban de decir que
            ellos nunca habían trabajado. No eran invitados, pero ellos muy
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