Page 327 - LIBRO SANTACRUZ
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La trágica noche de Santacruz                            315



            gritos desesperados. El administrador de la heladería vio que ella estaba
            demasiado nerviosa, pero no le preguntó el motivo. Le concedió per-
            miso para abandonar por este día sus labores y marcharse a su domi-
            cilio.  “Mañana llegue temprano” escuchó que le dijeron. La señorita
            abandonó su trabajo, vivía en Villa La Esperanza, una zona alejada
            ubicada al sur de la ciudad que fue fundada a orillas del río Piraí.
            Abordó un micro que lo trasladaría hasta su domicilio. El viaje era
            largo, ella estaba meditando sobre lo que escuchó, también recordó
            que en días pasados el jefe de la Policía habló de un plan macabro y
            que existía un plan para matar a un diputado. ¿Qué hacer? ¿quedarse
            callada para no comprometerse?, ¿contarle a su madre? ¿contarle a su
            mejor amiga? ¿a su cuñado? ¿a su vecino? ¿a su enamorado? ¿ir di-
            rectamente a la Policía y denunciar lo que había escuchado?, era lo que
            debió hacer, y no lo hizo.

            La mencionada señorita, se llamaba en realidad Cayetana Verdugo, al
            llegar a su domicilio de la avenida Santos Dumont y séptimo anillo no
            pudo pasar inadvertida ante su madre, quien le preguntó el motivo de
            su nerviosismo. Ella se lo contó todo en medio de llantos, de comienzo
            a fin. Finalmente, su madre le aconsejó denunciar todo a las autorida-
            des, pues su conciencia no la dejaría tranquila por el resto de sus días.
            “Tarde te arrepentirás, cuando no haya remedio, por otra parte, te pue-
            den denunciar por encubrimiento de un grave delito. Hija, más tarde
            te acompaño, vamos a la Policía, a un canal de televisión, donde sea,
            la cuestión es que te saques de tu conciencia lo que en este momento
            te aflige”, le dijo su madre.

            Esa misma tarde, alrededor de las 17 horas, llegó al domicilio de la
            mencionada señorita un primo, quien saludó atentamente y le invitó a
            tomar unas cervecitas para celebrar la adquisición de su último auto-
            móvil, pidió permiso a la tía y se marcharon hasta el local “Una y me
            voy”, ubicado en la avenida Santos Dumont  y tercer anillo externo,
            donde horas más tarde, después de la tragedia, Alain Centurión y Pas-
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