Page 38 - TÚ SERÁS
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Magali García Oliva


             España y nos instalamos en Madrid; mis progenitores, mi hermano pequeño
             de diez años y yo.

                 Madrid  como  ciudad  me  gustaba  y  a  los  quince  años  sentía  que  tenía
             muchas cosas por descubrir y por aprender. Pero la sociedad española en los
             años 50 sufría un gran retraso con respecto a Inglaterra y en el colegio me
             aburría de forma soberana, no me gustaba coser, ni bordar, ni todas esas cosas
             que decían que una señorita…


               –¡Es una mujer! –interrumpí mi lectura –Perfecto es una mujer, todo este
             tiempo creyendo que era un hombre ¿cómo puede ser?

               –Vaya sorpresa –respondió Mauricio– continúa cariño.


               Seguí con el manuscrito:

               “Que una señorita debía aprender para casarse y ser una mujer de su casa.
             Yo venía de Londres y necesitaba algo más, mi pasión era pintar pero no era
             una profesión bien vista para una jovencita, así que sólo deseaba cumplir los
             dieciocho años para irme de allí.

               Pasaba los días escapándome al Prado, conocía todas las salas y pintores,
             dibujaba y copiaba los cuadros que más me gustaba. Fue así como conocí a
             mi gran amiga Julia, hija del conserje que también estaba día tras día entre las
             pinturas, siempre decía que hacía copias perfectas.

               En el Prado además de a Julia y su padre, quien nos dejaba recorrer espacios
             prohibidos para los visitantes, conocí muchos personajes, el más importante
             el que todavía hoy es mi marido. Yo tenía dieciséis años y él, Philippe, once
             años mayor que yo, compraba cada dibujo que realizaba en el museo, decía
             que sería una gran pintora. Por aquel entonces no sabía que pertenecía a una
             importante familia francesa. Pasaba muchas veces por Madrid por negocios y
             siempre nos encontrábamos en el Prado, pero tenía residencia en Londres y en
             París, me cautivaba su elegancia y su inteligencia y me recordaba todo lo que
             añoraba de Londres. Cuando cumplí diecisiete años me pidió en matrimonio,



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