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También ello se realizará a la letra cuan-
do, poco después, su sangre manará por
todo su cuerpo, a consecuencia de la fla-
gelación y los clavos. Para los judíos ‘la
sangre’ era la sede de la vida; Jesús está
hablando de su vida entregada, derrama-
da por todos.
Es como si Jesús tomara su vida entera
entre sus manos y la presentara en un enorme brindis: “por la vida del mun-
do”. Mientras esa copa circulaba, los discípulos habrán recordado sus pala-
bras: “Mi sangre es verdadera bebida; quien bebe mi sangre tendrá vida
eterna”. ¡La vida de Jesús, aquí!
Ese pan y ese vino transformados en sus manos, son el signo entrañable de
toda su vida. Por eso los cristianos proclamamos en la Eucaristía: “¡Este es el
sacramento de nuestra fe!” Participar en la Eucaristía significa unirnos a su
entrega total.
* “Hagan esto en memoria mía”: LA EUCARISTÍA
La expresión “Hagan esto en memoria mía” es institución del Sacerdocio
cristiano: desde el Bautismo todos somos invitados a entregar nuestra vida,
como Jesús. Pero además algunos hermanos –los sacerdotes- reciben el don
para que ese milagro se siga realizando en cada Misa.
En la Iglesia católica creemos que Jesús resucitado está realmente presente
en el pan y en el vino consagrados. Él lo dijo en Cafarnaúm: “Mi carne es
verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida… Si no comen la carne
del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán vida” (Jn 6,53.55).
La Eucaristía nos permite acercarnos a Jesús. Pero es también un gran desa-
fío para la fe, porque nuestros sentidos seguirán viendo y gustando el sabor
del pan y del vino; sin embargo, nos fiamos de Jesús y creemos que después
de la consagración ahí está
él realmente.
¡Lo que inventa el amor! Por
nuestro amor se vino a este
mundo y nació indefenso en
una gruta; por amor se dedi-
có totalmente a enseñar, a
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