Page 157 - Libro Catecumeno
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10 Pero si Cristo está en ustedes, aunque el cuerpo muera por el pecado,
                el espíritu vivirá por la justicia.  Y si el Espíritu del que resucitó a Jesús de la
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                muerte habita en ustedes, el que resucitó a Cristo de la muerte dará vida a sus
                cuerpos mortales, por el Espíritu suyo que habita en ustedes


                   • ¿Cuáles son las consecuencias de ‘dejarse llevar de los bajos instintos’?
                   • ¿Cuáles son las consecuencias de ‘dejarse llevar por el Espíritu de Dios’?
                   • ¿Has sentido en ti mismo estas fuerzas contrarias?, ¿a cuál de ellas sigues?

                4. PROFUNDICEMOS

                   Se dice que el Espíritu Santo es “el ilustre Desconocido” en la
                Iglesia, porque tenemos poca consciencia de su presencia, de su
                acción. A Jesús lo podemos conocer porque se ha encarnado, ha
                nacido en un tiempo determinado; sus contemporáneos pudieron
                escucharlo, tocarlo, dejarse fascinar por él. Pero el Espíritu Santo es
                eso: “espíritu”; por esa razón para muchos creyentes es más difícil
                establecer una relación cercana y permanente con él.

                4.1 Jesús siempre conducido por el Espíritu Santo
                   Los evangelios se esmeran en
                hacernos notar que Jesús toda
                su vida fue conducido por el
                Espíritu de Dios:
                •  Por obra del Espíritu Santo
                    fue concebido en el seno de
                    María Virgen (Mt 1, 18).
                •  El Espíritu confirmó que es el
                    Hijo Amado de Dios Padre en
                    su Bautismo (Lc 4, 16 – 19),
                •  Guió a Jesús desde el inicio de su misión, lo condujo hasta el
                    final de su existencia, y lo resucitó de la muerte (Jn 19, 30).
                •  Antes de su pasión, Jesús prometió a sus discípulos enviarles “al
                    Paráclito” (Jn 14, 16) cuando ya no estuviera con ellos.
                •  Después de su resurrección, Jesús otorgó a sus discípulos el
                    Espíritu Santo (Jn 20, 20).
                •  Cuando  el  Espíritu  Santo  se  derramó  sobre  los  discípulos  en
                    Pentecostés, entendieron lo que Jesús había dicho.





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