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HANK
Recuerdos de una pulga
Abigaíl, salía de la ducha; estaba cubierta
con una toalla de la cual se desprendió casi
al instante… no me lo vas a creer… esa
niña que se le veía rechonchita,
cachetoncita… pues también tenía un
cuerpo deliciosamente precioso. No era de
esas gorditas desparramadas, con grasa
colgando de su humanidad… no señor… era
muy parejita… una gordita formadita…
tenía unos senos voluptuosos dignos de ser
manoseados, mordidos; se notaban duritos,
tersos, redondos como dos melones en su
punto de madurez para ser devorados; con
unos pezones color caramelo que casi me
desorbitaban los ojos. Su vientre era plano
(sin dejar de ser gordita) y sus piernas…
vaya sus piernas… dos hermosas piernotas
magníficamente torneadas. Seguía con mi
deleite y noté que no tenía ese triangulito
velludo que había visto en Claudette, claro