Page 144 - 7º BÁSICO
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el diálogo enTre ciencia y fe
                                                                         Creo para comprender





                                              Lo que Dios nos dice


                                              Jesús nos manifiesta con palabras y con hechos el valor de
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                                              la persona humana. Recordemos, por ejemplo, la actitud
      Unidad  4                               de perdón ante la adúltera, los sentimientos de misericordia
                                              hacia la viuda que va a enterrar a su único hijo, el dolor que
                                              siente ante la muerte de su amigo Lázaro o las palabras
                                              de perdón para el ladrón bueno que es invitado al paraíso
                                              antes de que muera Jesús en la cruz.


               El hombre es imagen de Dios, creado a su semejanza. Allí radica la dignidad de la
               persona que ha sido creada en relación con los demás, para convivir y compartir.


                                              La dignidad humana es también respetada en su relación
                                              con la naturaleza, cuando el ser humano procura protegerla
                                              y cuidarla como su entorno más preciado, conviviendo
                                              en armonía. En el progreso del mundo moderno se puede
                                              manifestar el llamado de Dios a colaborar en la creación,
                                              aportando con el trabajo del hombre en miras a su
                                              desarrollo y bienestar.
                                              La Iglesia, siguiendo el camino de su Maestro y fundador,
                                              procura hacer viva en el mundo actual la colaboración
                                              del hombre en todas sus dimensiones y, por supuesto,
                                              en generar mejores condiciones de vida. El documento
                                              Gaudium et Spes, del Concilio Vaticano II, o sobre la misión
                                              de la Iglesia en el mundo actual, nos invita a valorar la
                                              actividad humana y su inmenso aporte al desarrollo de los
                                              pueblos como una obra querida por el Padre Dios.
            La creación de Adán, (fragmento
            y detalle), Miguel Angel, 1511,
            Capilla Sixtina, Roma.               El valor de la actividad humana

                                                 “Una cosa hay cierta para los creyentes: la actividad
                                                 humana individual y colectiva o el conjunto ingente
                                                 de esfuerzos realizados por el hombre a lo largo de
                                                 los siglos para lograr mejores condiciones de vida,
                                                 considerado en sí mismo, responde a la voluntad de
                                                 Dios. Creado el hombre a imagen de Dios, recibió el
                                                 mandato de gobernar el mundo en justicia y santidad,
                                                 sometiendo así la tierra y cuanto en ella se contiene,
                                                 y de orientar a Dios la propia persona y el universo
                                                 entero, reconociendo a Dios como Creador de todo,
                                                 de modo que con el sometimiento de todas las cosas
                                                 al hombre sea admirable el nombre de Dios en el
                                                 mundo.”
                                                 (Gaudium et Spes, Nº 34, 1965)
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