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MaTerial coMPleMenTario de la Unidad 4
Navidad para una ecología humana
Desde hace unas décadas, ha surgido una creciente
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llamada de atención a individuos en general,
organizaciones y naciones para que se cuide el medio
Unidad 4 ambiente. Organizaciones ecológicas y personas de
orientación “verde” (en el sentido general de su aprecio
por la naturaleza) han ido organizándose para despertar
la conciencia de toda la población mundial acerca de
los gravísimos daños que se están haciendo al delicado
equilibrio del planeta, generalmente por afán de lucro
y también por ignorancia. Talas de bosque, cacería
indiscriminada de algunas especies animales, destrucción
de microclimas, contaminación de las aguas y del aire, etc.,
son las causas del alarmante estado del clima en el mundo.
Sin embargo, resulta extraño, incluso alarmante, que la
creciente conciencia ecológica que se promueve por
distintos medios, olvide al ser humano como centro del
ecosistema que se quiere defender. Y aun más, resulta
inexplicable que muchos movimientos ecológicos tan
reconocidos en la opinión pública, y tan acreedores de los
fondos públicos, no muestren la misma sensibilidad que
presumen respecto de la defensa de algunas especies
animales, para defender a los embriones humanos
condenados a crecer o a morir en el artificial sustituto de
plástico de un seno materno.
A veces, incluso, estos mismos proyectos ecologistas
son defensores de las más bárbaras atrocidades contra
la naturaleza que se han dado en la historia: el genocidio
del aborto y la psicótica experimentación de la clonación.
Entre los representantes de movimientos ecológicos de
los países escandinavos, hay algunos que consideran
que la primera medida para salvar el planeta consiste en
una masiva eliminación de la población del Tercer Mundo,
porque piensan que el crecimiento demográfico es una
permanente amenaza a la ecología.
Pareciera que la disyuntiva estuviese en establecer una
escala básica de valores cerrada entre dos polos: o
bien nos adherimos al utilitarismo, para que el hombre
siga permitiéndose el arrogante delirio de denigrar
todos los recursos naturales y pueda satisfacer su
caprichoso y rentable “bienestar”; o bien asumimos las
tesis panteístas, y supeditamos la vida del hombre a la
adoración de la intocable madre tierra, divinizándola y
poniéndola por encima del ser humano.