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Mundo
 La situación en el Líbano, "peor que la guerra"
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El Directorio Comercial Latino de Montreal
Peor que durante la guerra. Esto es lo que repiten incan- sablemente los beirutis para que todo aquel que venga de fuera comprenda el trauma que ha vivido. “Du- rante la guerra, sabíamos dónde escondernos. Aún te- níamos dinero y comida. Ahora no nos queda nada ”, testifica Maheba Ghossein, al pie de un edificio en el dis- trito de Achrafieh, en el este de Beirut.
En todas partes, los residen- tes se reúnen alrededor de camiones que ofrecen ayuda alimentaria. Aquí se distribu- yen panecillos de pita acom- pañados de una Pepsi. Más adelante, hay cajas comple- tas llenas de comida que están en demasiadas manos.
En una esquina, Elias Kha- dife y dos de sus amigos, todos en la veintena, ofrecen
agua embotellada y comidas preparadas a los transeún- tes. “No pertenecemos a nin- guna organización. Solo queremos ayudar a los que no tienen dinero. "
Unas casas más adelante, bajo los toldos rotos que cuelgan de los balcones, Georgette, que sufre de Par- kinson, sostiene firmemente su crucifijo en la mano. “Viví la guerra civil y te aseguro que es peor lo que estamos pasando en este momento”, susurra bajo el ruido de la televisión.
Por tanto, angustia e insegu- ridad, mientras que más del 50% de los libaneses viven por debajo del umbral de po- breza. Un retrato oscuro al que se suma esta destruc- ción a gran escala, de un poder asombroso, aterrador, pero muy real. Kilómetros y kilómetros de lo que se
llama el París de Oriente deben reconstruirse por completo.
El miércoles, el presidente Michel Aoun dijo que el costo de los daños superó los 15.000 millones de dóla- res.
Peor que la guerra civil y peor que los ataques tam- bién, asegura el Dr. Antoine Zoghbi, presidente de la Cruz Roja Libanesa y jefe del departamento de emer- gencias del Hôtel-Dieu en Beirut. “Durante la guerra o cuando hubo ataques, nunca recibimos más de treinta he- ridos a la vez”, explica a Le Devoir en los terrenos del hospital. La noche del 4 de agosto, después de la de- vastadora doble explosión, más de 500 heridos pasaron por el Hôtel-Dieu.
“La gente estaba llegando
por docenas. Hay padres que llevaban en brazos a sus hijos con la cara ensan- grentada, otros que todavía tenían trozos de vidrio en el cuerpo. Fue el apocalipsis, el caos total ”, dice Maya Ka- llab, una pasante médica.
Gritos, lágrimas, sangre, mucha sangre, por todos lados, y un hospital que tam- bién acababa de sufrir el im- pacto de la explosión. Ventanas rotas. Techos hun- didos. Puertas que ya no ce- rraban.
Y ese COVID que seguía ahí con las dificultades de sumi- nistro de medicamentos y equipos médicos que re- sultó. “Pero lo enfrentamos de todos modos”, dice el Dr. Zoghbi. Y COVID esa noche, no nos importó. "
Los heridos fueron coloca- dos en el piso, en los escri-
  Edición 886 - Del 13 al 19 de agosto del 2020
















































































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