Page 11 - Edicio 829 El Directorio
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 presencia militar en las calles. En lugar de una intervención militar, América Latina nece- sita una reforma profunda y con recursos a sus policías, planes ambiciosos y transpa- rentes para la inversión en in- fraestructura urbana en áreas marginadas, así como un pro- grama claro de desarrollo económico.
Es verdad, los mexicanos nos seguimos matando. La violen- cia a lo largo y ancho del país ha venido en aumento du- rante la última década, para capitular con el 2018 como el año más violento de nuestra historia reciente; últimamente vivimos el trimestre más letal. Sin embargo, no todo está perdido: existen luces en el horizonte. La academia, la sociedad civil y algunos al- caldes ejemplares han lo- grado revertir esta tendencia en algunas comunidades. El quehacer, por lo tanto, debe ser crecer y replicar esas ex- periencias para crear islas de seguridad que en algún mo- mento se expandan a todo el territorio. Para transformar nuestro país a uno de paz es necesario priorizar tres di- mensiones generales, a saber: mejorar nuestra infor- mación para la toma de deci- siones, cancelar las políticas de guerra y reconstruir nues- tras comunidades.
Cancelar las políticas de gue- rra Empiezo por el segundo punto pues, aunque la idea corresponde a la transforma- ción general de las políticas públicas que hemos definido para la reducción de la violen- cia en general, el principio de toda intervención de política pública debe ser no causar más daño. La política de gue- rra ha sido agotada, no sólo en sus propios términos —ni las drogas dejaron de llegar a tus hijos, ni hoy vivimos en un
país menos violento—, sino también retóricamente. ¿Al- guien escucho la importantí- sima oposición especializada que recibió la Guardia Nacio- nal tanto a nivel nacional como internacional?
La continuación de la militari- zación no es la solución. Si bien nadie propone el retiro inmediato del ejército de las zonas más calientes del país, no definir tiempos y metas es- pecíficas por cumplir para el eventual retiro parece soste- ner una guerra ad absurdum. Por el contrario, el constante crecimiento del presupuesto militar y el reciente sepulcro de la discusión sobre la re- forma policial —para todo efecto práctico— preocupan al más desinteresado. Signi- fica, para quien siga sin verlo, la renuncia del poder civil a su derecho constitucional de mantener la seguridad entre sus ciudadanos. Mientras continuemos haciéndonos daño a través de políticas que no han demostrado ningún resultado, cualquier otra ini- ciativa significará poco más que un paliativo para nuestra condición actual. México es un paciente con un brazo roto al que le seguimos picando los pies, para ver si así me- jora.
Mejorar nuestra información para la toma de decisiones
Desde octubre de 2016 una nota estratégica del Instituto Belisario Domínguez alertó — en el marco de la discusión desatada por las inconsisten- cias de los datos presentados por Enrique Peña Nieto en su cuarto informe de gobierno— sobre los problemas metodo- lógicos de las dos fuentes ofi- ciales desde las cuales construimos la incidencia de homicidios y su correspon- diente tasa.
Para mejorar la calidad de la información sobre homicidios —los datos— es necesario, primero, desagregar la infor- mación de las víctimas por edad, género, municipio de residencia y de defunción. Sólo así podemos generar perfiles oportunos y diagnósti- cos de patrones. Segundo, detallar el conocimiento de los hechos para conocer la in- formación sociodemográfica sobre agresores y perpetra- dores, las circunstancias de modo y lugar para la clasifica- ción de los homicidios y poder georreferenciar las ocurrencias. Tercero, generar un identificador único por car- peta de investigación y por víctima en las bases de datos, para poder establecer información estadística pero también, sobre todo, para que sea posible dar seguimiento puntual de cada episodio y víctima.
Como dijo José Merino en el marco de la campaña México sin homicidios: “Datos de vio- lencia sin víctimas no son datos, son agregaciones arbi- trarias a partir de las cuales nada puede inferirse y muy poco puede saberse”.
Reconstruir nues- tras comunidades
A la par de nuevas políticas de seguri- dad y procesos de justicia y reparación al pueblo mexicano, es necesario cons- truir comunidades resilientes que inte- gren a todas y todos y protejan a los más vulnera- bles. En lugar de criminalizar a nues- tras juventudes por su aspecto, sus há-
nes, México debe ofrecer oportunidades educativas y de empleo. Las políticas de prevención primaria (univer- sal), secundaria (enfocada a grupos vulnerables específi- cos) y terciaria (para la rein- serción de personas que estuvieron en reclusión o per- petraron delitos violentos), re- quieren mayor inversión para tener un impacto significativo, sobre todo en los municipios con mayor número de homici- dios.
El mejoramiento urbano debe ir acompañado de una mayor presencia de los distintos sectores de la sociedad y una policía cercana a la comuni- dad. En general, la mayor presencia de un Estado trans- parente e interesado en el bien público ha de mejorar la gobernanza. Después de más de dos décadas de fallidas políticas de “mano dura” que sólo han traído más violencia a nuestras comunidades, hoy tenemos una buena idea de lo que funciona. Es esencial que ampliemos estas expe- riencias a los municipios más violentos del país para gene- rar islas de seguridad que den paso a la transformación pacífica de México. EP
     Edición 829 Del 27 de junio al 3 de julio del 2019
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  Reportaje



















































































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