Page 17 - Edicion 821 El DIrectorio
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 “La economía dicen que crece, sí”, admite Alfredo. “Pero aquí solo sobrevivimos con menos de 200 dólares por quincena: estamos cerca de Panamá, pero el transporte es difícil”. Su esperanza es que la apertura de una nueva línea de metro, que pronto quedará a 15 minutos de autobús de su casa y que lo conectará con el centro de la capital. “Ojalá traiga oportunidades; eso esperamos”, dice con mi- rada firme.
Aunque conocidos, lejos quedan para él esos grandes números. El aumento del PIB panameño ha rondado el 7% anual en la última década, un guarismo más propio de un dragón asiático que de un país centroamericano; la renta per cápita casi se ha dupli- cado en ese periodo, hasta superar a Chile y convertirse en la mayor de Latinoamérica y la tasa de paro está en el entorno del 6%, cerca del pleno empleo. La ampliación del Canal, por el que las dos terceras partes de los barcos de carga que transitan lo hacen con origen o destino en Estados Unidos, y el potente desarrollo de su sector fi- nanciero, gracias a las ju- gosas ventajas fiscales, se han convertido en los mayores motores de la economía. A ellos se ha sumado, más re- cientemente, la construcción: del boom inmobiliario, alimen- tado por capitales extranjeros y solo atemperado en los últi- mos meses, son testigo privi- legiado los carteles de “se vende” en Costa del Este o Punta Pacífica, los nuevos barrios acomodados de la capital panameña. Y el resul- tado de ese cóctel de factores es, en fin, un milagro apenas conocido fuera del país cen- troamericano.
Pero los grandes números es- conden, casi siempre, una se- gunda lectura. Panamá es un
país marcado por la dualidad: los de adelante, parafrase- ando el título del último libro del politólogo mexicano Carlos
su peor cara: la pobreza afecta al 82% de la población y la pobreza extrema alcanza a seis de cada 10 personas.
Mundo
este país al resto de América Latina”, acota Carlos Garci- martín, economista jefe del Banco Interamericano de De-
  Elizondo, corren mucho y los de atrás siguen muy rezaga- dos. El dinamismo ha sido ex- traordinario, sí, pero su distribución y la inclusión de los más desfavorecidos sigue siendo la gran asignatura pen- diente: los logros sociales no han ido de la mano. “Panamá ha gozado de un considerable progreso socioeconómico en las últimas décadas”, re- conocía recientemente la OCDE —el think tank de los países ricos—. “Sin embargo, no todos los sectores, re- giones y habitantes se han beneficiado al mismo nivel”.
La bonanza panameña se ha concentrado en una fracción de su población —los ingre- sos del 10% de la población más acaudalado son hasta 35 veces superiores que los del 10% menos agraciado—y en una pequeña franja territorial alrededor del Canal, por mucho la más desarrollada y conectada a las dinámicas de la globalización. Fuera quedan siete de sus 10 provincias y las tres comar- cas indígenas con categoría de provincia. En estas últimas es donde la realidad muestra
Pero, como dejan claro los casos de Rebeca y de Alfredo, sin llegar a las comunidades indígenas y sin siquiera salir de la provincia de Panamá, se puede ver nítidamente la reali- dad a la que los guarismos no llegan.
“La mayor desigualdad de
sarrollo (BID) en el país cen- troamericano, “no es solo consecuencia de la elevada pobreza en las comarcas indí- genas”. Incluso descontando las innegables dificultades que atraviesan estas comu- nidades, donde la presencia del Estado, a pesar de haber aumentado en los últimos
  Edición 821 Del 30 al 06 de mayo del 2019
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