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 siva de ansiolíticos -factor clave para que haya tantos en circulación- por la saturación de la sanidad pública. Según Julio Bobes, expresidente de la Sociedad Española de Psi- quiatría, solo el 19 por ciento son recetados por psiquiatras. «El 81 por ciento lo prescri- ben, sobre todo, médicos de familia». Los facultativos argu- mentan que los seis minutos de consulta son insuficientes para atender a pacientes con este tipo de problemas a los cuales, además, es difícil deri- var a la consulta de psicología (también saturada) o a la de psiquiatría (para problemas graves). Es lo que los exper- tos, en uno de los países eu- ropeos con menos psicólogos y psiquiatras por habitante, lla- man ‘presión asistencial para el médico de atención prima- ria’, que acaba recurriendo, como única solución, a recetar pastillas a diestro y siniestro.
Juan Antonio López atiende en un ambulatorio del barrio madrileño de Oporto y critica a quienes justifican esta pres- cripción indiscriminada por el reducido tiempo de consulta. Defiende que, si bien con diez minutos se podría hablar más sobre la higiene del sueño y la superación de momentos difí- ciles, se puede adaptar la agenda para pasar más tiempo con determinados pa- cientes. «No hay que dar solu- ciones médicas a problemas del día a día que no son médi- cos -afirma-. Debemos ser conscientes del riesgo de las benzodiacepinas porque a veces se nos olvida».
La ansiedad es, en realidad, una reacción emocional muy útil. Nos activa ante los pro- blemas. «Estar nervioso no es debilidad. Eso es una mala in- terpretación de las emociones -dice Cano Vindel-. Un 16 por ciento de la población espa- ñola consume a diario el equi- valente a una dosis de tratamiento para un trastorno
de ansiedad, depresión, tras- torno de somatizaciones o por insomnio, pero medicarse para afrontar momentos en los que es normal tener ansiedad no es bueno; y tratar de redu- cirla con fármacos tampoco».
Cuando el remedio causa la enfermedad
Ni siquiera con un diagnóstico de trastorno de ansiedad ge- neralizado (TAG) se justifica el uso de psicofármacos, ase- gura Cano Vindel. Aunque por unas horas lo pueda parecer, la dificultad para concentrarse y conciliar el sueño o la irrita- bilidad no se esfuman por obra y gracia de una pastilla.
Además, si se consumen ‘benzos’ sin un trastorno de por medio, es el propio ansio- lítico el que acaba creándolo. Es decir, el remedio puede acabar siendo, en estos casos, la enfermedad. «Quien toma demasiadas pastillas acaba tarde o temprano en el psiquiatra con ataques de pá- nico, fuertes crisis de ansie- dad o depresión», advierte la neuropsiquiatra Rafaela San- tos.
Los expertos cuestionan, de hecho, la eficacia de los psico- fármacos, «de tres a cuatro veces menos eficaces que en- trenarse para manejar las emociones y el estrés, apren- diendo a reinterpretar tus pro- blemas y a relajarte», sugiere el presidente de SEAS. Es decir, si no producen efectos positivos ni mejoras en la cali- dad de vida, argumenta Cano Vindel, «su utilidad, aunque sean baratos, es cero y usar- los es un despilfarro».
Su afirmación es relevante, ya que el sistema sanitario espa- ñol gastó, solo en tranquilizan- tes, 100,4 millones de euros en 2017. «Y eso no es nada - prosigue Cano Vindel- compa- rado con los casi 23.000 millones de euros que nos
cuestan los problemas de an- siedad, depresión y somatiza- ciones cuando se suman todos los costes asociados a ellos». Una suma en la que el presidente de SEAS incluye costes sanitarios como las vi- sitas a atención primaria y es- pecializada para atender problemas físicos asociados a emociones -digestivos, cardio- vasculares, exceso de tensión muscular...-, las visitas a ur- gencias de personas que, por ejemplo, confunden un ataque de pánico con un infarto, o los gastos sanitarios que com- porta no tener un diagnóstico correcto y pasar de especia- lista en especialista haciendo pruebas.
«Todo esto sería casi la mitad de esos 23.000 millones -ma- tiza Cano Vindel-, a los que se añaden los costes indirectos por improductividad, ya que crece el número de bajas du- rante periodos prolongados». De hecho, según el Instituto Nacional de Seguridad Social, este tipo de ausencias duran tres o cuatro veces más de lo que deberían. Si para una de- presión la baja debe ser de unos 30 días, la media al- canza los 180. «Y eso es un gran coste que paga toda la sociedad».
Cronificar la angustia
La cuestión de fondo es que consumir ‘benzos’, incluso bajo prescripción psiquiátrica, no garantiza la solución del problema y conlleva un alto riesgo de que la ansiedad se cronifique. Lo ideal, de hecho, es que la prescripción de tran- quilizantes no exceda, en prin- cipio, las tres semanas. En la práctica, los tratamientos se extienden muchas veces du- rante años.
Es el caso de Teresa, una coach de salud de 44 años que pasó cuatro tomando Trankimazin acompañada por un psiquiatra. El tranquilizante
Reportaje
debía ayudarla a sobrellevar la crisis de los 40, la frustra- ción por no poder quedarse embarazada o el malestar creado por la constante auto- comparación con los demás. En su lugar, engordó 40 kilos y desarrolló miedos que no tenía antes. «El psiquiatra me dio el Trankimazin solo para rescate; cuando sintiera que iba a darme un ataque de pá- nico. Lo tomaba cuando mi corazón estaba a punto de es- tallar, pero empecé a no dor- mir, a comer de más y los ataques se hicieron cotidia- nos, tomando pastillas cada día». Hace unos meses recu- rrió a la Fundación Humanae y hoy sigue un tratamiento de desintoxicación.
Situación a la que en España podrían verse abocadas miles de personas, ya que a las consultas apenas acude una cuarta parte de quienes sufren problemas derivados del con- sumo descontrolado de ansio- líticos. Una auténtica bomba de relojería, advierten los ex- pertos.
Una alternativa a los ansiolíti- cos son las técnicas de relaja- ción, como la respiración diafragmática lenta y pro- funda. Con una mano en el pecho, otra en el abdomen y el meñique en el ombligo, ins- piras notando el aire entrar por la nariz, sintiendo que el abdomen se eleva y el pecho apenas se mueve. Cuando lle- gas al máximo de tu capaci- dad, aguantas un par de segundos, espiras por la boca, con la atención puesta en la exhalación y en el abdomen, que se desinfla, y lo repites varias veces. «Puedes hacer lo mismo, pero contando muy despacio hasta ocho -explica la psiquiatra Rafaela Santos-. El cerebro no puede retener la atención en dos focos: o cuenta o piensa en proble- mas».
 Edición 861 - Del 7 al 12 de febrero del 2020
El Directorio Comercial Latino de Montreal 13
  














































































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