Page 6 - Edicion 848 El Directorio
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Salud
Masturbación femenina
Hace algunos meses viajé a Nueva York a conocer a Betty Dodson, una neoyor- kina que, a sus noventa años, ha dedicado gran parte de su vida al placer fe- menino. Ella es pintora y de joven dirigió orgías con su marido. El diagnóstico fue terrible: las mujeres no te- nían orgasmos. Después de conversar, se dedicó a jugar con ellas; compró vibradores
distintas ciudades de Esta- dos Unidos. Había que des- nudarse para entrar a la clase. Para mí es muy natu- ral estar sin ropa porque re- gularmente voy con mis amigas al sauna, pero no soy ajena a los conflictos que muchas tienen con su cuerpo. Pero otras, en cam- bio, al principio lo pasaron realmente mal con esa si- tuación. Algunas compartie-
cambio, tenemos esta vulva interna, de difícil acceso. Ni siquiera nos educan con respecto a su anatomía. Y en este caso, la intuición no siempre es buena compa- ñera. Necesitamos educa- ción con respecto al desarrollo del placer a tra- vés de los genitales. Las hormonas, que tanto nos arrastran, viven en el espa- cio de lo poco enseñado. Desde pequeñas se nos dice que es cochino meterse las manos calzón abajo, qui- tándonos la posibilidad de tocarnos. Una posibilidad excluyente para la mitad del mundo. Por eso no es raro que la masturbación sea algo prohibido, un lugar al que no debemos acceder. Esta es otra rama de la his- toria donde se ha castrado a la mujer. Una donde de ma- nifestar deseo sexual se es puta. Y si no se excita, se es frígida. Lo que yo sé, es que una mujer que no se excita pierde una posibilidad de fe- licidad. Y una que está al al- cance de la mano.
La sexualidad es un espacio de placer del cual no tengo que dar mayores explicacio- nes. Se ha construido, tal vez, a través de excusas. Hay una creencia popular - que me parece bastante pobre-, que cuando dos indi- viduos se hacen pareja, deben dejar de masturbarse. Es suficiente el placer que te da, nuevamente, un otro. La masturbación de mujeres heterosexuales se ve in- cluso como infidelidad. Pero no entiendo por qué habría de dejar de proporcionarme placer a mí misma desde un
lugar más erótico, más se- xuado y que muchas veces termina en un orgasmo.
La masturbación es un pre- cioso espacio individual. Es una posibilidad de cono- cerse y desconectarse. Con ella conozco mi cuerpo, me desestreso, me excito, juego. Es una herramienta de placer. Por lo mismo, mu- chas veces cuando lo hago en la ducha, no tengo ganas de que entre mi pareja a ese espacio de intimidad. Hay parejas que tienen súper rica sexualidad en pareja y no les interesa la masturba- ción. Otras agregan la mas- turbación a la rutina y no es rollo para ninguno de ellos. Para mí es muy fuerte creer que uno es material erótico de otro porque la masturba- ción no es condicional para los solteros. Es una parte más del placer, como esa galletita extra que dejas en el velador y que te comes a las 12 de la noche. Esa ga- lleta es mía, nadie la toca y puedo acceder a ella cuando quiera.
¿Qué es lo maravilloso de la masturbación? Que es un nuevo espacio de seguridad para las mujeres. Nos lo es- tamos permitiendo y lo em- pezamos a validar. Siempre, siempre, masturbarme va a permitir que mi vida como mujer sea mejor. Porque me sirve para tener más seguri- dad en mí y conocerme. Y ese poder, no lo voy a dejar.
Rafaella es sicóloga y espe- cialista en sexualidad y pa- reja.
e inventó un espacio aparte para las que no podían aca- bar. Y así fue como creo una comunidad dedicada a la masturbación femenina. Cuando entre vecinas y ami- gas lo conversaron, salió a la luz que el asunto se tra- taba derechamente de geni- talidad. Muchas no conocían su clítoris y nunca habían to- mado un espejo para mi- rarlo, porque para ellas era una zona prohibida, indó- mita, desconocida.
Para certificarme en los cur- sos de masturbación que Betty realiza hace 50 años, durante dos días asistí a uno de ellos junto a mujeres de China, Australia, Berlín y
ron que hace mucho tiempo que no tenían relaciones se- xuales con su pareja o con- fesaron que nunca habían sentido un orgasmo. Ahí me enfrenté con la primera ba- rrera en el placer femenino: siempre depende de un otro y nunca de nosotras mis- mas.
A los hombres se les ha dado un espacio donde su masculinidad y virilidad está relacionada con el pene. Se lo tocan desde pequeños y no es tema. No así el ta- maño, que se transforma en una obsesión. El pene erecto marca fuerza, poten- cia y un mundo de sinonimia al respecto. Las mujeres, en
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Edición 848 - Del 7 al 13 de noviembre del 2019