Page 17 - Edicion 817 El Directorio
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escasamente amobladas: una habitación, donde había estado durmiendo, y una co- cina, de donde sacó un cu- chillo.
“Me lo llevé para mí, para re- correr la distancia que hay entre mi casa y el lugar donde ocurrió el incidente, porque no es seguro”, dice.
“Estaba oscuro y tuve que usar la linterna de mi telé- fono para iluminar el ca- mino”, cuenta.
Cuando se acercó a la casa escuchó los gritos de su hija. Al entrar en la habitación, la luz de su celular le permitió ver la espantosa escena de la joven siendo violada.
la superó la furia”, señaló el juez Mbulelo Jolwana.
Pero ahora que cuenta la historia, lo único que Noku- bonga admite es que sintió miedo, por ella y por su hija, y su rostro refleja tristeza y dolor.
Es evidente, no obstante, que cuando los hombres ata- caron a Nokubonga, ella se defendió con su cuchillo.
Mientras los atacaba, ellos intentaban huir, y uno incluso saltó por la ventana.
Dos resultaron gravemente heridos y uno murió.
Nokubonga no se quedó a ver cuán heridos estaban, sino que se marchó con su hija a la casa de una amiga que vivía cerca.
Arresto
Cuando la policía llegó, arrestó a Nokubonga y la llevó a la comisaría local.
“Yo pensaba en mi niña”, dice. “No tenía información (sobre ella). Fue una expe- riencia traumática”.
5 creencias falsas sobre las violaciones y la agresión se- xual
Siphokazi fue llevada a un hospital, pero se imaginaba a su madre en una celda y se le rompía el corazón ante la perspectiva de que la con- denaran a prisión por años.
“Rogaba que si la enviaban a prisión, yo pudiese cumplir la condena en su lugar”, dice.
Aún en shock, recordaba
muy poco o casi nada del ataque. Lo que sabe ahora es lo que le contó su madre cuando llegó al hospital dos días más tarde, después de que la dejaran salir bajo fianza.
Desde entonces, una apoya emocionalmente a la otra.
No recibí ningún apoyo psi- cológico, pero mi madre ha podido ayudarme”, dice Sip- hokazi. “Me estoy recupe- rando”.
Nokubonga se esfuerza para que la vida continúe como antes.
Aunque Buhle confiaba en que Nokubonga pudiera ar- gumentar de forma convin- cente que actuó en defensa propia, temía que fuera difícil superar el pesimismo de su clienta.
Pero ninguna imaginó la ayuda que recibieron de los medios, que acabaron creando la leyenda de la “mamá leona”.
Es raro que en Sudáfrica un caso de violación sea cu- bierto por los medios más que de forma básica.
Esto se debe al elevado nú- mero de violaciones que hay en el país (se estima que al- rededor de 110 casos por día, una situación que el pre- sidente, Cyril Ramaphosa, calificó de crisis nacional).
La provincia de Cabo Orien- tal -la más pobre del país y con más de 45% de desem- pleo- tiene el índice de viola- ciones per cápita más elevado de Sudáfrica.
En Lady Frere, el pueblo donde viven Nokubonga y Siphokazi, se registraron 74 casos en 2017/2018, un cifra extremadamente alta para un lugar con menos de 5.000 habitantes.
“Heroína”
Pero entre los numerosos casos de violaciones en Su- dáfrica, el de Nokubonga y Siphokazi llamó la atención.
La prensa hizo eco inmedia- tamente de la historia de la madre que protegía a su hija.
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“Tenía miedo... me paré en la puerta y les pregunté qué estaban haciendo. Cuando me vieron, vinieron hacia mí, y ahí fue cuando pensé que tenía que defenderme, fue una reacción automática”, dice Nokubonga.
Pesimismo
Buhle Tonise, la abogada que representó a Noku- bonga, recuerda que las dos parecían haberse rendido cuando las conoció, una se- mana después del ataque.
“La madre estaba desconso- lada”, dice.
“Cuando te encuentras con gente en ese nivel de po- breza, sabes que la mayoría de las veces sienten que irán a prisión porque no tienen a nadie que las defienda. El sistema de justicia es para aquellos que tienen dinero”, lamenta.
Cuando Buhle hablaba con Nokubonga, Siphokazi mi- raba en silencio, como si el ataque le hubiera quitado el derecho a hablar.
La mujer se niega a entrar en detalles de lo que ocurrió después.
“Esperando su turno”
El juez del caso dijo que el testimonio de Nokubonga mostraba que el ver a uno de los hombres violando a su hija, mientras los otros dos esperaban su turno con los pantalones abajo, la había “afectado mucho emo- cionalmente”.
“Entendí que quiso decir que
Edición 817 Del 3 al 9 de abril del 2019
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A 18 meses del ataque, las dos han avanzado mucho.
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