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jeres, el derecho a permanecer en la tierra que
habían adquirido legítimamente, o simplemen-
te que recibían el castigo por su fidelidad al li-
beralismo. El Gobierno sostenía que tenía que
exterminar a los “comunistas” y “bandoleros”.
Los pretextos oficiales así lo denunciaban.
Fuimos comisionados para analizar la si-
tuación del Llano, donde las guerrillas habían
tenido, y seguían conservando, mucho poder.
Sostuvieron diálogos muy intensos con los jefes
liberales, los cuales conocían el desarrollo his-
tórico de los sufrimientos y persecuciones que
habían acosado a los miembros del partido. Se
hicieron presentes algunos combatientes, con
quienes tuvimos coloquios muy difíciles, pues
era elemental que su enfoque, que venía de to-
dos los desgarramientos y heroísmos, no coin-
cidiera con parte de la política que se exponía.
Pero en la medida en la cual explicábamos el
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