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Bogotá la responsabilidad de las decisiones que

            estaban, notoriamente, dentro de la órbita de
            esta conferencia extraordinaria”.

                  Y anticipándose a lo que después conoce-

            ría el mundo como la fementida doctrina para

            justificar intervenciones militares no autoriza-
            das por el Consejo de Seguridad, o guerras pre-

            ventivas por fuera del imperio del derecho in-

            ternacional, Alberto Lleras dejó sentado, como

            herencia de Chapultepec, que “en esta parte del
            mundo  la  guerra  ha  quedado  proscrita  como

            instrumento de política nacional e internacio-

            nal. Ateniéndonos a lo que declaran solemne-

            mente los Estados del hemisferio occidental, en
            América no puede haber más guerra lícita que

            la defensiva, contra Estados extracontinentales

            o americanos que cometan un acto de agresión

            contra un Estado americano. Los Estados ame-
            ricanos son solidarios contra la agresión, pro-




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