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ños muy sensibles a la orientación de la opinión
pública: el afán de informar, sin criterio; la de-
liberada intención de que la “imagen” —que es
aparecer— arrase con la demanda de las ideas
y de los principios éticos que debe exigírsele al
protagonista; un cúmulo de noticias que impi-
de al lector, al escucha o al televidente, razonar
sobre ninguna de ellas; el ceder ante las presio-
nes criminales del terrorismo, la delincuencia
organizada, la guerrilla o los poderes económi-
cos que abastecen de avisos, quiebra el razona-
miento ordenado y lógico sobre el país. Condu-
ce a un pragmatismo que puede llegar a envile-
cer ese nobilísimo oficio.
El Parlamento
Sus consideraciones en torno al Congreso
coincidían con las de los grandes teóricos de la
democracia: indispensable, se le debe fortale-
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