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4to Secundaria Religion 2018.qxp_-  28/02/20  12:29  Página 32







              EXPERIENCIA INICIAL  Conecta  T    pçó=_Éåáíç=ÇÉ=kìêëá~










                                                                           tu camino de felicidad.
                                   l día se ha levantado plomizo en Montecas-
                                   sino. Después de maitines, el hermano Juan
                                                                           Siento ahora una paz beatífica. Ya son siete los hermanos
                                   ha pedido visita para la hora de descanso.
                                                                           que se han ido de mi lado para hacer de su vida un modelo
                                   Creo que quiere pedirme consejo espiritual.
                                                                           de oración y trabajo, dedicados solo y exclusivamente a
                        Ser el abad de este monasterio y ver cómo los hermanos  Dios. Creo que esta forma de vida nos acerca a Cristo. Él
                        confían en mí para su crecimiento espiritual me da fuerzas  nos dice que vivamos como pobres y me alegro cuando
                        para seguir expandiendo la Regla que hace años escribí  veo que los hermanos sienten esa fuerza interior, idéntica
                        en esta misma celda.                               a la mía. La oración y el trabajo fortalecen el alma.
                        Me gustan las horas de las comidas, en las que escucha-  Apartado  del  mundo,  con  el  fin  de  perseguir  un
                        mos en silencio la lectura del Evangelio. De vez en cuando  ideal de santidad, dedico mi vida a la voluntad de Dios.
                        miro a los monjes, a los que llamo mis hijos, ya que me  Como los santos mártires de antaño, mi vida tiene el sentido
                        siento padre de todos ellos.                       de entrega total a un fin más elevado. Y como una pieza
                                                                           más del engranaje, rezo y pido a Dios humildemente más
                        A veces, alguna mirada furtiva se cruza en sus rostros y
                        una sonrisa pacífica ilumina su cara. Otras, una faz abrupta,  luz para poder dar a conocer la belleza del amor de Cristo
                        tosca, sobresale. Entonces me preocupo. La debilidad  a todos los que me rodean. De manera que, al fin de los
                        humana está de nuevo haciendo mella en sus semblantes.   tiempos, no exista nadie que no haya hallado la Felicidad.
                                                                                                 Benito, abad de Montecassino
                        Juan está triste, puedo adivinarlo. ¿Cuál será el motivo de
                        sus preocupaciones? Hoy no iré al refectorio a hablar con
                        los hermanos. Me quedaré en mi celda. Necesito orar y
                        encomendarme a Dios. Ser padre espiritual de tantos her-
                        manos me carga de responsabilidad y yo solo no tengo
                        fuerza suficiente. Necesito la fuerza del Espíritu para ayudar
                        a todos mis hijos y hallar la voluntad de Dios en todos
                        nuestros actos.
                        Acaba de llegar Juan. Quisiera tener palabras llenas de
                        sabiduría para ayudarle. Que Dios me asista.
                        —Padre —me dice Juan—, gracias por ceder tu tiempo
                        de descanso a mis preocupaciones, tan humanas y tan
                        poco divinas.
                        —Hijo mío, somos humanos y para esto estamos aquí,
                        para  perfeccionar  cada  vez  más  nuestro  camino
                        hacia Dios —le respondo—. ¿Qué es lo que tanto
                        te preocupa, que hasta tu rostro está hablando a gritos?
                        —Padre, creo... —me confiesa entre sollozos—, creo que
                        debo abandonar el monasterio...
                        —No llores, Juan. ¿Por qué crees que debes hacerlo? —
                        le pregunto.
                        —Siento un gran pesar en mi corazón, una gran duda
                        inunda todo mi ser —continúa—. Por un lado nunca qui-
                        siera dejarte, padre; pero, por otro lado, la fuerza de Cristo
                        es tan grande en mí que siento la necesidad de crear un
                        nuevo monasterio lejos de aquí y así propagar el mensaje
                        de tu Regla, que no es más que el mensaje de Jesús.
                        —Hermano Juan, ve y crea una nueva comunidad. Ex-
                        pande el mensaje. Esa es tu auténtica vocación —le anun-
                        cio—. Y no llores más, ya que esta es la forma que toma




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