Page 33 - tan bueno como el pan
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David Franco
Pero en alguna ocasión también escribió sobre la dureza de su trato. En una carta
dirigida por el padre Pane a su amigo el padre Julio Barberis se quejó: “Yo recibo todas
las reprimendas si es que falta el almuerzo o la cena, si un muchacho roba el pan o si
sucede algo con las hermanas. Si en la casa hay el más pequeño desorden, los ‘rayos’ (o
sea, las llamadas de atención del padre Riccardi) caen sobre mí. Pero, pasada la tempestad,
hacemos todo lo posible para ir de acuerdo, y pasamos días y semanas en perfecta armonía”.
En medio de esta difícil situación para Pane, llegó a la obra salesiana del Rímac un
muchacho de unos 12 o 13 años llamado Octavio Ortiz Arrieta. Asistió al oratorio de la
Huerta de Miota y después entró como alumno de la Escuela de Artes y Oficios.
El padre Pane supo ver en el buen Ortiz muchos dotes para convertirse en un salesiano
sacerdote. Por eso, cuando el muchacho fue rechazado para ingresar como alumno interno
a la Escuela de Artes y Oficios, el padre Pane, dejándose llevar por su forma de ser, hizo
todo lo que estuvo a su alcance para que fuera admitido. Sabía que, si no ingresaba, sería
muy doloroso para el joven oratoriano. Y que, además, los Salesianos perderían a una
valiosa vocación sacerdotal en el futuro.
Finalmente, Ortiz fue recibido como estudiante, y Pane se convirtió en su maestro y
consejero. El tiempo le dio la razón al padre Pane. Octavio Ortiz pasó a la historia como
el primer sacerdote salesiano peruano y en el primer obispo salesiano del país. Murió
en olor de santidad en su diócesis de Chachapoyas en 1958. El 14 de febrero del 2017 la
Congregación para las Causas de los Santos en Roma reconoció sus virtudes heroicas y lo
proclamó Venerable, requisito para convertirse en Santo. Hoy, Octavio Ortiz Arrieta, el
alumno del padre Carlos Pane, es el salesiano peruano más cerca a los altares.
Como dijo el Señor en el evangelio de San Mateo: “Por sus frutos los conoceréis”.
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