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                    El Reinado de Dios                                       Parábola de los talentos

                    En otra ocasión se puso a enseñar junto al lago. Se reunió junto a él  Es como un hombre que se marchaba al extranjero; antes llamó a
                    tal gentío que hubo de subirse a una barca metida en el agua; se  sus criados y les encomendó sus posesiones. A uno le dio cinco
                    sentó mientras la gente estaba en tierra junto al lago. Les enseñaba  millones; a otro, dos; a otro, uno; a cada uno, según su capacidad.
                    muchas cosas con parábolas, les decía, instruyéndolos: «¡Atención!  Y se marchó. Inmediatamente el que había recibido cinco millones
                    Salió un sembrador a sembrar. Al sembrar, unos granos cayeron  negoció con ellos y ganó otros cinco. Lo mismo el que había reci-
                    junto al camino; vinieron los pájaros y se los comieron. Otros cayeron  bido dos millones, ganó otros dos. El que había recibido un millón
                    en terreno pedregoso, con poca tierra; al faltarles profundidad, bro-  fue, hizo un hoyo en tierra y escondió el dinero del amo. Pasado
                    taron enseguida; pero, al salir el sol, se abrasaron, y, como no tenían  mucho tiempo se presentó el amo de los criados para pedirles
                    raíces, se secaron. Otros cayeron entre cardos: crecieron los cardos  cuentas. Se acercó el que había recibido cinco millones y le pre-
                    y los ahogaron, y no dieron fruto. Otros cayeron en tierra fértil y dieron  sentó otros cinco diciendo: «Señor, me diste cinco millones; mira,
                    fruto, brotaron, crecieron y produjeron, unos treinta, otros sesenta,  he ganado otros cinco». El amo
                    otros cien». Y añadió: «Quien tenga oídos para oír que escuche».  le dijo: «Muy bien, siervo fiel y
                    Cuando se quedó a solas, los acompañantes con los doce le pre-  cumplidor; has sido de fiar en lo
                    guntaron acerca de las parábolas. Él les decía:          menudo, te pongo al frente de lo
                    —A ustedes se les comunica el secreto del Reinado de Dios; a los  importante. Entra en la fiesta de
                    de fuera todo se les propone en parábolas de modo que por más  tu amo». Se acercó el que había
                    que miren, no vean, por más que oigan no entiendan; no sea que  recibido  dos  millones  y  dijo:
                    se conviertan y sean perdonados.                         «Señor, me diste dos millones;
                    Y les añadió:                                            mira, he ganado otros dos». El
                    —Si no entienden esta parábola, ¿cómo van a entender las res-  amo le dijo: «Muy bien, siervo fiel
                    tantes?                                                  y cumplidor; has sido de fiar en
                    El que siembra, siembra la palabra. Unos son los que están junto al  lo menudo, te pondré al frente
                    camino donde se siembra la palabra; en cuanto escuchan, llega Sa-  de  lo  importante.  Entra  en  la
                    tanás y se lleva la palabra sembrada. Otros son como lo sembrado  fiesta  de  tu  amo».  Se  acercó
                    en terreno pedregoso: cuando escuchan la palabra, la acogen con  también el que había recibido
                    gozo; pero no tienen raíces, son inconstantes. Sucede una tribula-  un millón y dijo: «Señor, sabía
                    ción o persecución por la palabra, y al punto fallan. Otros son los  que  eres  exigente,  que  cose-
                    sembrados entre cardos: escuchan la palabra, pero las preocupa-  chas donde no has sembrado y
                    ciones mundanas y la seducción de las riquezas y el afán por todo  reúnes  donde  no  has  espar-
                    lo demás se les mete, los ahoga y los deja sin fruto. Los otros son  cido. Como tenía miedo, enterré
                                                                             tu millón; aquí tienes lo tuyo». El
                    lo sembrado en tierra fértil: escuchan la palabra, la acogen y dan
                    fruto de treinta o sesenta o ciento.                     amo  le  respondió:  «Siervo  in-
                                                                             digno y holgazán, puesto que sabías que cosecho donde no sem-
                                                              Mc 4, 1-20
                                                                             bré y reúno donde no esparcí, tenías que haber depositado el
                                                                             dinero en un banco para que, al venir yo, lo retirase con los inte-
                    Les decía:
                    —¿A quién se parece el Reinado de Dios?, ¿a qué lo compararé?  reses. Quítenle el millón y dénselo al que tiene diez. Pues al que
                                                                             tiene se le dará y le sobrará; al que no tiene se le quitará aun lo que
                    Se parece a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra
                    en su huerto; crece, se hace un arbusto y las aves anidan en sus  tiene. Al criado inútil expúlsenlo a las tinieblas de fuera. Allí será el
                                                                             llanto y el crujir de dientes».
                    ramas.
                                                             Lc 13, 18-19                                             Mt 25, 14-30
                                                                                                           z Unidad 8, pág. 125, act. 6
                    El Reinado de Dios se parece a un tesoro escondido en un campo:
                    lo descubre un hombre, lo vuelve a esconder y, todo contento,
                    vende todas sus posesiones para comprar aquel campo.     Parábola del buen samaritano
                                                               Mt 13, 44
                                                                             Jesús le contestó:
                    El Reinado de Dios se parece a una red echada al mar, que atrapa  —Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó. Tropezó con unos ban-
                    peces de toda especie. Cuando se llena, la sacan a la orilla, se  doleros que lo desnudaron, lo cubrieron de golpes y se fueron de-
                    sientan, reúnen los buenos en cestas y los que no valen los tiran.   jándolo medio muerto. Coincidió que bajaba por aquel camino un
                                                             Mt 13, 47-48    sacerdote y, al verlo, pasó de largo. Lo mismo un levita, llegó al
                                                                             lugar, lo vio y pasó de largo. Un samaritano que iba de camino llegó
                            z Unidad 8, pág. 123, act. 2; unidad 8, pág. 123, act. 3  adonde estaba, lo vio y se compadeció. Le echó aceite y vino en
                                                                             las heridas y se las vendó. Después, montándolo en su cabalga-
                                                                             dura, lo condujo a una posada y lo cuidó. Al día siguiente sacó dos
                                                                             denarios, se los dio al posadero y le encargó: «Cuida de él, y lo que
                                                                             gastes te lo pagaré a la vuelta». ¿Quién de los tres te parece que
                                                                             se portó como prójimo del que tropezó con los bandoleros?
                    Consejos de Jesús                                        Contestó:
                                                                             —El que lo trató con misericordia.
                    Mirad, yo los envío como ovejas entre lobos: sean cautos como  Y Jesús le dijo:
                    serpientes, cándidos como palomas.                       —Ve y haz tú lo mismo.
                                                               Mt 10, 16                                              Lc 10, 30-37


                                                z Unidad 8, pág. 127, act. 12      z Unidad 8, pág. 125, act. 10; unidad 8, pág. 129, act. 21



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