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                La Última Cena                                           Petición de Santiago y Juan

                Dicho esto, Jesús se estremeció por dentro y declaró:    Se le acercaron los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron:
                —Les aseguro que uno de ustedes me entregará.            —Maestro, queremos que nos concedas lo que te pidamos.
                Los discípulos se miraban unos a otros sin saber por quién lo decía.  Les preguntó:
                Uno de los discípulos estaba reclinado a la derecha de Jesús, el  —¿Qué quieren que les haga?
                predilecto de Jesús. Simón Pedro le hace un gesto y le dice:  Respondieron:
                —Averigua a quién se refiere.                            —Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu
                Él se inclinó hacia el costado de Jesús y le dijo:       izquierda.
                —Señor, ¿quién es?                                       Jesús replicó:
                Le responde Jesús:                                       —No saben lo que piden. ¿Son capaces de beber la copa que yo
                —Aquel a quien le dé un trozo de pan remojado.           he de beber o bautizarse con el bautismo que yo he de recibir?
                Remojó el pan y se lo dio a Judas el de Simón Iscariote. Detrás del  Respondieron:
                bocado entró en él Satanás. Jesús le dice:               —Podemos.
                —Lo que has de hacer, hazlo pronto.                      Pero Jesús les dijo:
                Ninguno de los comensales comprendió por qué lo decía. Algunos  —La copa que yo he de beber, la beberán; el bautismo que yo he de
                pensaron que, como Judas tenía la bolsa, Jesús le había encar-  recibir, lo recibirán; pero siéntense a mi derecha y a mi izquierda no
                gado comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres.  me toca a mí concederlo, sino que es para quienes está reservado.
                Nada más tomar el bocado, salió. Era de noche.           Cuando los otros lo oyeron, se enfadaron con Santiago y Juan.
                                                         Jn 13, 21-30    Pero Jesús los llamó y les dijo:
                                                                         —Saben que entre los paganos los que son tenidos por jefes tienen
                                              z Unidad 5, pág. 83, act. 10
                                                                         sometidos a los súbditos y los poderosos imponen su autoridad. No
                                                                         será así entre ustedes; antes bien, quien quiera entre ustedes ser
                La mujer adúltera                                        grande que se haga su servidor; y quien quiera ser el primero que se
                                                                         haga esclavo de todos. Pues este Hombre no vino a ser servido, sino
                Y Jesús se dirigió al monte de los Olivos. Por la mañana volvió al
                Templo. Todo el mundo acudía a él y él, sentado, los instruía. Los  a servir y a dar su vida como rescate por todos.
                letrados y fariseos le presentaron una mujer sorprendida en adul-                                 Mc 10, 35-45
                terio, la colocaron en el centro, y le dijeron:
                —Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio.                       z Unidad 8, pág. 123, act. 1
                La ley de Moisés ordena que dichas mujeres sean apedreadas; ¿tú
                qué dices?                                               Parábola del hijo pródigo
                Lo decían tentándolo, para tener de qué acusarlo. Jesús se agachó  Un hombre tenía dos hijos. El menor dijo al padre: «Padre, dame la
                y con el dedo se puso a escribir en el suelo. Como insistían en sus  parte de la fortuna que me corresponde». Él les repartió los bienes. A
                preguntas, se incorporó y les dijo:
                —Quien de ustedes esté sin pecado tire la primera piedra.  los pocos días el hijo menor reunió todo y emigró a un país lejano,
                De nuevo se agachó y seguía escribiendo en el suelo. Los oyentes  donde derrochó su fortuna viviendo como un libertino. Cuando gastó
                                                                         todo, sobrevino una carestía grave en aquel país, y empezó a pasar
                se fueron retirando uno a uno, empezando por los más ancianos
                hasta el último. Quedó solo Jesús y la mujer en el centro de pie.  necesidad. Fue y se comprometió con un hacendado del país, el cual
                Se incorporó Jesús y le dijo:                            lo envió a sus campos a cuidar cerdos. Deseaba llenarse el estómago
                                                                         de las bellotas que comían los puercos, pero nadie se las daba.
                —Mujer, ¿dónde están?, ¿nadie te ha condenado?           Entonces, recapacitando, pensó: A cuántos jornaleros de mi padre
                Contestó:
                —Nadie, señor.                                           les sobra el pan mientras yo me muero de hambre. Me pondré en
                                                                         camino a casa de mi padre y le diré: «He pecado contra Dios y te
                Le dijo Jesús:                                           he ofendido; ya no merezco llamarme hijo tuyo. Trátame como a
                —Tampoco yo te condeno. Ve y en adelante no peques más.
                                                                         uno de tus jornaleros». Y se puso en camino a casa de su padre.
                                                           Jn 8, 1-11    Estaba aún distante, cuando su padre lo divisó y se enterneció. Co-
                                                                         rriendo, se le echó al cuello y le besó. El hijo le dijo: «Padre, he pe-
                                              z Unidad 7, pág. 107, act. 1
                                                                         cado contra Dios y te he ofendido, ya no merezco llamarme hijo
                                                                         tuyo». Pero el padre dijo a los criados: «En seguida, traigan el mejor
                Zaqueo                                                   vestido y pónganselo; pónganle un anillo en el dedo y sandalias en
                                                                         los pies. Traigan el ternero cebado y mátenlo. Celebremos un ban-
                Entró en Jericó y la fue atravesando, cuando un hombre llamado  quete. Porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido, se había
                Zaqueo, jefe de recaudadores y muy rico, intentaba ver quién era  perdido y ha sido encontrado». Y empezaron la fiesta.
                Jesús; pero a causa del gentío, no lo conseguía, porque era bajo  El hijo mayor estaba en el campo. Cuando se acercaba a casa, oyó
                de estatura. Se adelantó de una carrera y se subió a un sicómoro
                para verlo, pues iba a pasar por allí. Cuando Jesús llegó al sitio,  música y danzas y llamó a uno de los mozos para informarse de lo
                alzó la vista y le dijo:                                 que pasaba. Le contestó: «Es que ha venido tu hermano y tu padre
                                                                         ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado sano y salvo».
                —Zaqueo, baja aprisa, pues hoy tengo que hospedarme en tu casa.
                Bajó a toda prisa y lo recibió muy contento. Al verlo, murmuraban  Irritado, se negaba a entrar. Salió su padre a exhortarlo. Pero él res-
                todos porque entraba a hospedarse en casa de un pecador. Pero  pondió a su padre: «Mira, tantos años llevo sirviéndote, sin desobe-
                Zaqueo se puso en pie y dijo al Señor:                   decer  una  orden  tuya,  y  nunca  me  has  dado  un  cabrito  para
                —Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres, y a  comérmelo con mis amigos. Pero, cuando ha llegado ese hijo tuyo,
                quien le haya defraudado le restituyo cuatro veces más.  que se ha comido tu fortuna con prostitutas, has matado para él el
                Jesús le dijo:                                           ternero cebado». Le contestó: «Hijo, tú estás siempre conmigo y todo
                —Hoy ha llegado la salvación a esta casa, pues también él es hijo  lo mío es tuyo. Había que hacer fiesta porque este hermano tuyo es-
                de Abrahán. Porque este Hombre vino a buscar y salvar lo perdido.  taba muerto y ha revivido, se había perdido y ha sido encontrado».
                                                                                                                   Lc 15, 11-32
                                                          Lc 19, 1-10
                                             z Unidad 7, pág. 115, act. 12       z Unidad 8, pág. 125, act. 7; unidad 8, pág. 129, act. 20



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