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“ LAS   ANDANZAS   DE  FILOMENO “


            taberna, con su sombrero gris y camisa de cuadros. Él decía ser pescador de gambas,
            y estuvo  allí de paso, un par de días, quedándose a dormir en la posada del pueblo.


            Al segundo día de estar Rómulo en el pueblo, una noche calurosa de aquel verano se
            reunieron los dos, en la llanura del fresno y el leñador con hacha en mano comenzó a
            talar  el  precioso  fresno  con  una  habilidad  pasmosa    mientras  Zacarías  estaba
            preparado con unas resistentes cuerdas para transportarlo hacia el barco.

            En  pocos  minutos  toda  una  próspera  vida  de  cientos  de  años  quedó  truncada,

            lastimosamente  aquellos  seres  humanos  habían  hecho  ya  un  daño  irreparable,
            aunque ellos solo pensaban en el dinero que ganarían vendiendo mangos de hachas.

            Al  día  siguiente  cuando  los  vecinos  fueron  como  cada  tarde  de  verano  a  jugar  al
            fresno pudieron contemplar  como el fresno había desaparecido, quedando algunos
            restos de ramas y la base del tronco apenas visible.


            Llantos y más llantos acaecieron de todos los vecinos que fueron acudiendo al lugar,
            niños    y  ancianos  no  daban  crédito  y  el  párroco  incluso  concedió  una  misa  en  su
            honor.


            Todos sospecharon de Zacarías, pues se había ido del pueblo, pero de nada servía la
            justicia  ya,  pues  el  querido  fresno  no  estaba  allí  dando  ese  amor  a  todos,  ni  la
            sombra ni el frescor en verano.

            Los dos granujas navegaron y navegaron hacia el norte, y fueron preparando todos
            los  mangos  de  hachas  para  venderlos  y  hacerse  millonarios.  Cuando  llegaron  al
            puerto a vender todos los mangos de hachas, el señor comprador, que era un tipo

            viejo y listo quiso probar la resistencia de los mangos de fresno con un hacha, así se
            dispuso a cortar un trozo de madera, ante las miradas de Zacarías y Rómulo que se
            frotaban las manos del negocio que estaban a punto de terminar.

            Cuando el señor comprador intentó  cortar con el hacha el trozo de madera ocurrió
            algo sorprendente, el hacha se frenaba sola  y no servía para cortar nada.


            -  Qué extraño, hay algo que frena mi brazo. Dijo pensativo el señor.
            -  Venga, déjese de bromas. Añadió Zacarías.
            -  A  ver  tipo  listo,  compruébelo  usted  mismo.  Respondió  con  tono  serio  el
                comprador.


            Esta vez fue el vecino del pueblo quien intentó cortar el trozo de madera  y le ocurrió
            lo  mismo,  cuando  el  hacha  se  acercaba  a  impactar  se  frenaba,  extrañamente  se
            frenaba sola.



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