Page 179 - mago de oz
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—Por mi parte —gimió el León cobarde—, no
tengo valor para seguir caminando sin llegar a
ninguna parte.
Al oír esto, Dorothy perdió el ánimo, se sentó en
la hierba y miró a sus compañeros, los que
también se sentaron a su alrededor. En cuanto a
Toto, por primera vez en su vida estaba
demasiado cansado para perseguir a una
mariposa que pasó rozándole la cabeza. El
pobre perrito sacó la lengua, se puso a jadear y
miro a su amita como preguntándole qué
podrían hacer.
—¿Y si llamáramos a los ratones? —dijo ella—.
Probablemente conozcan el camino que lleva a la
Ciudad Esmeralda.
—Seguro que sí—exclamó el Espantapájaros—.
¿Cómo no se nos ocurrió antes?
Dorothy hizo sonar el silbato que le había
regalado la Reina de los Ratones, y en pocos
minutos se oyó el ruido de muchísimas patitas,
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