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(taché  "fuga"  y puse "ida"). Agregué que  apreciaba mucho el  interés  que ella se

                    había tomado por mí (taché "por mí" y puse "por mi persona"). Que comprendía que
                    ella era muy bondadosa y estaba llena de sentimientos puros, a pesar de que, como

                    ella misma me lo había hecho saber, a veces prevalecían "bajas pasiones". Le dije
                    que apreciaba en su justo valor el asunto de la salida de un barco o el asistir sin
                    hablar a un crepúsculo  en un  parque pero que,  como ella podía imaginar  (taché

                    "imaginar" y puse "calcular"), no era  suficiente para  mantener  o probar  un amor:
                    seguía sin comprender cómo era posible que una mujer como ella fuera capaz de

                    decir palabras de amor a su marido y a mí, al mismo tiempo que se acostaba con
                    Hunter. Con el agravante —agregué— de que también se acostaba con el marido y

                    conmigo. Terminaba diciendo que, como ella podría darse  cuenta, esa  clase de
                    actitudes daba mucho que pensar, etcétera.

                       Releí la carta  y  me pareció  que, con los  cambios  anotados,  quedaba
                    suficientemente hiriente. La cerré, fui al Correo Central y la despaché certificada.









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                    APENAS salí del correo advertí dos cosas: no había dicho en la carta por qué había
                    inferido que ella era amante de Hunter; y no sabía qué me proponía al herirla tan
                    despiadadamente: ¿acaso hacerla cambiar de manera de ser, en caso de ser ciertas

                    mis conjeturas? Eso era evidentemente ridículo. ¿Hacerla correr hacia mí? No era
                    creíble que lo lograra con esos procedimientos. Reflexioné, sin embargo, que en el

                    fondo de mi alma sólo ansiaba que María volviese a mí. Pero, en este caso, ¿por
                    qué no decírselo directamente, sin herirla, explicándole que me  había ido de la
                    estancia porque de pronto había advertido los celos de Hunter? Al fin de cuentas, mi

                    conclusión de  que  ella era  amante de. Hunter,  además de hiriente,  era
                    completamente gratuita; en todo caso era una hipótesis, que yo me podía formular

                    con el único propósito de orientar mis investigaciones futuras.

                                                                                      Ernesto Sábato  77
                                                                                              El tunel
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