Page 57 - Frankenstein
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tristes. Yo, que siempre había vivido rodeado
de afectuosos compañeros, prestos todos a pro-
porcionarnos mutuas alegrías, me encontraba
ahora solo. En la universidad hacia la que me
dirigía debería buscarme mis propios amigos y
valerme por mí mismo. Hasta aquel momento
mi vida había sido extraordinariamente hoga-
reña y resguardada, y esto me había creado una
invencible repugnancia hacia los rostros desco-
nocidos. Adoraba a mis hermanos, a Elizabeth y
a Clerval; sus caras eran «viejas conocidas»;
pero me consideraba totalmente incapaz de
tratar con extraños. Estos eran mis pensamien-
tos al comenzar el viaje, pero a medida que
avanzaba se me fue levantando el ánimo. De-
seaba ardientemente adquirir nuevos conoci-
mientos. En casa, a menudo había reflexionado
sobre lo penoso de permanecer toda la juven-
tud encerrado en el mismo lugar, y ansiaba
descubrir el mundo y ocupar mi puesto entre
los demás seres humanos. Ahora se cumplían