Page 193 - Frankenstein
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sus toscos modales y brusco caminar hacían
resaltar la superioridad de mis amigos. Noté
que el anciano a menudo se esforzaba por ani-
mar a sus hijos, como a veces les llamaba, para
que desecharan su tristeza. Solía entonces
hablar en tono alegre, con una expresión de
bondad en el rostro que incluso a mí me produ-
cía placer. Agatha lo escuchaba con respeto, y
con frecuencia se le llenaban los ojos de lágri-
mas, que intentaba disimular; pero observé que,
por lo general, había más animación en su ros-
tro y tono de voz tras haber escuchado a su
padre. No así Félix. Siempre era el más triste
del grupo; e incluso yo, con mi inexperiencia,
me daba cuenta de que parecía haber sufrido
más que los otros. Pero si sus facciones refleja-
ban mayor tristeza, su tono de voz era más ale-
gre que el de su hermana, en especial cuando se
dirigía a su padre.
Podría dar muchos ejemplos, que, aunque
nimios, reflejan la disposición de aquellas bue-
nas gentes. En medio de la pobreza y la necesi-