Page 121 - Vuelta al mundo en 80 dias
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A las diez de la noche, el tren se detenía en la esta-ción de Fort Bridger, de la cual se
separó al punto, y veinte millas más allá entraba en el estado de Wyo-ming, el antiguo
Dakota, siguiendo todo el valle de Bitter Creek, de donde surgen parte de las aguas que
forman el sistema hidrográfico del Colorado.
Al día diguiente, 7 de diciembre, hubo un cuarto de hora de parada en la estación de
Green River. La nieve había caído, durante la noche, con bastante abundancia; pero,
mezclada con lluvia, medio derreti-da, no podía estorbar la marcha del tren. Sin embargo,
este mal tiempo no dejó de inquietar a Picaporte, por-que la acumulación de las nieves,
entorpeciendo las ruedas de los vagones, hubiera comprometido segura-mente el viaje.
Pero, ¿qué idea decía para sí habrá tenido mi amo para viajar durante el invierno?
¿No podía aguardar la buena estación, para tener mayores probabilidades?
Pero en aquel momento, en que el honrado mozo no se preocupaba más que del estado del
cielo y del descenso de la temperatura, mistress Aouida experi-mentaba recelos más vivos,
que procedían de otra muy diferente causa.
En efecto, algunos viajeros se habían apeado y se paseaban por el muelle de la estación de
Green River, aguardando la salida del tren. Ahora bien; a través del cristal reconoció entre
ellos al coronel Steam Proctor, aquel americano que tan groseramente se había con-ducido
con Phileas Fogg, durante el mitin de San Fran-cisco. Mistress Aouida, no queriendo ser
vista, se echó para atrás.
Esta circunstancia impresionó vivamente a la joven. Esta había cobrado afecto al hombre
que, por frío que fuera, le daba diariamente muestras de la más absoluta adhesión. No
comprendía, sin duda, toda la profundidad del sentimiento que le inspiraba su salva-dor, y
aunque no daba a este sentimiento otro nombre que el de agradecimiento, había más que
esto, sin sos-pecharlo ella misma. Por eso su corazón se oprimió cuando reconoció al
grosero personaje a quien tarde o temprano quería mister Fogg pedir cuenta de su
con-ducta. Evidentemente, era la casualidad sola la que había traído al coronel Proctor;
pero, en fin, estaba allí, y era necesario impedir a toda costa que Phileas Fogg percibiese a
su adversario.
Mistress Aouida, cuando el tren echó de nuevo a andar, aprovechó un momento en que
mister Fogg dor-mitaba para poner a Fix y Picaporte al corriente de lo que ocurría.
¡Ese Proctor está en el tren! exclamó Fix . Pues bien: tranquilizaos, señora; antes de
entenderse con el llamado... con mister Fogg, ajustará cuentas conmigo. Me parece que, en
todo caso, yo soy quien ha recibido los insultos más graves.
Y además añadió Picaporte , yo me encargo de él, por más coronel que sea.
Señor Fix repuso mistress Aouida , mister Fogg no dejará a nadie el cuidado de
vengarlo. Es hombre, lo ha dicho, capaz de volver a América para buscar a ese provocador.
Si ve, por consiguiente, al coronel Proctor, no podremos impedir un encuentro que pudiera
traer resultados depior ables. Es menester, pues, que no lo vea.